lunes, 7 de febrero de 2022

Licorice Pizza (2021)***

 Dir: Paul Thomas Anderson

Int: Alana Haim, Cooper Hoffman, Sean Penn, Tom Waits, Bradley Cooper, Ben Safdie, Maya Rudolph, Joseph Cross, Emma Dumont, Skyler Gisondo, Mary Elizabeth Ellis, Emily Althaus, Anthony Molinari, Craig Stark, Fatimah Hassan, Bottara Angele, Deana Molle', Jeff Willy, Zoe McLane, Nate Mann, Destry Allyn Spielberg, Devon Knopp, Mary Eileen O'Donnell, Lakin Valdez, Louis Delavenne, Zachary Chicos, Rogelio Camarillo, Joe Don Harris, Steven Herrera, Trent Longo, Rosie Valdiva, Christine Ebersole, Sasha Spielberg, Joann Coleman, Charlotte Townsend


¿Dónde estabas tú en el 73...? 

Comienzo este artículo parafraseando la frase-eslogan del filme American Graffitti (1973) de George Lucas. Una hilazón muy oportuna para introducirnos en esta historia de comienzos de los años 70 en la que un adolescente emprendedor de 15 años llamado Gary Valentine y Alana Kane, una chica que le lleva casi 10 años, se conocen en Los Ángeles, en el valle de San Fernando, en un inolvidable verano que marcará sus vidas para siempre. 

Esta es la premisa argumental, aparentemente sencilla, con la que Paul Thomas Anderson regresa a su década favorita, la de los años 70, en la que ha ambientado otros títulos importantes de su filmografía como Boogie Nights (1997) o Puro vicio (2014) y en la cálida California. En ese mismo valle de San Fernando ambientaba también Anderson una  de las que, para mí, es de sus mejores obras, y me refiero a Magnolia (1999), filme en el que se valía de un entramado de trayectorias vitales entrecruzadas al más puro estilo de Robert Altman en sus Vidas cruzadas (1993), cuyos personajes, curiosa coincidencia, también vivían y se relacionaban en la ciudad de Los Ángeles. 


En cuanto a referencias, además de la ya citada de Altman, en Licorice Pizza hay ecos indudables, 
principalmente, del American Graffiti (1973) de George Lucas, rodada precisamente en ese mismo año en que se desarrolla la historia de Anderson, pero también, aunque más lejanos, de esa otra obra maestra titulada The Last Picture Show (Peter Bogdanovich, 1971), filme que, además, tiene otra coincidencia temática, y que es el tratamiento y la importancia del cine dentro del cine. 




Con todos esos mimbres, Paul Thomas Anderson, ayudado por una estupenda banda sonora de Jonny Greenwood y la estudiada fotografía del propio Anderson y de Michael Bauman, compone un fresco cinematográfico en celuloide y en 70 mm (un verdadero lujo que solo se puede disfrutar en los cines Palafox de Zaragoza y en los Phenomena de Barcelona) que nos traslada directamente a los comienzos de la década de los 70. 

En esta historia, la cantante Alana Haim da vida a su homónima Alana Kane (a la qué Anderson ha realizado diversos videoclips en los últimos años), una pizpireta joven con mucha personalidad que, con casi 25 años, se resiste a abandonar una adolescencia que la llevará irrevocablemente a emprender el camino de una madurez que la trasladaría sin remedio a un mundo adulto lleno de interrogantes. El título del filme, Licorice Pizza,  que significa literalmente "pizza de regaliz", es un nombre coloquial que se da en USA a los discos de vinilo,  lo que también es un guiño a la importancia de la música y la banda sonora en la película. 

Con el esquema sencillo de "chico conoce chica y se enamoran", Anderson muestra un retrato de la América de principios de los 70,  con el trasfondo político y social de la guerra de Vietnam, su música, su estética, sus locales, sus coches y la forma de vida americana en pos de ese sueño de enriquecimiento y triunfo económico. Ese "American Way of Life" tantas veces truncado e inalcanzable, pero que siempre triunfa en las pantallas de cine. 



Licorice Pizza es un canto a la vida y a la juventud, a esos paraísos perdidos añorados, que a los que 
fuimos adolescentes en esa misma década de los 70, nos llena de recuerdos y de nostalgia. Respecto a las interpretaciones, hay que decir que es todo un descubrimiento la pareja formada por el jovencísimo Cooper Hoffman (hijo del malogrado Philip Seymour Hoffman), y de Alana Haim. Esta última se come la cámara y se mueve ante ella de forma felina, encandilando al espectador en cada plano y en cada secuencia. Además, se ven arropados por un elenco de secundarios de lujo entre los que tenemos a Sean Penn, al músico y actor Tom Waits y a un excéntrico Bradley Cooper. 

Seguro que, tras ver Licorice Pizza, al llegar a sus casas, muchos de los que hoy pasan de los 40 irán directos a su colección de vinilos para rebuscar y encontrar ese tema de The Doors, de David Bowie o de Nina Simone. Y es que los años 70 nunca morirán en el recuerdo..., así que larga vida a los 70. 

Gonzalo J. Gonzalvo

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