martes, 25 de enero de 2022

El callejón de las almas perdidas (2021)****

 Dir: Guillermo del Toro 

Int: Bradley Cooper, Rooney Mara, Cate Blanchett, Toni Collette, Willem Dafoe, David Strathairn, Richard Jenkins, Mark Povinelli, Ron Perlman, Holt McCallany, Jim Beaver, Mary Steenburgen, Tim Blake Nelson, Paul Anderson, Lara Jean Chorostecki, Clifton Collins Jr., David Hewlett, Dian Bachar.



Cuando el ser humano es la bestia más despiadada.     

En esta era pandémica y de remakes, el mexicano Guillermo del Toro se permite, nada más y nada menos, que realizar una nueva versión del original de 1947 El callejón de las almas perdidas (Nighmare Alley), dirigido por Edmund Goulding, a la sazón, director también de obras maestras como Al filo de la navaja (1946), Amarga victoria (1939) o La solterona (1939). 


El callejón de las almas perdidas adapta, a su vez, la novela  original de William Lindsay Gresham. En este 
arriesgado remake, Del Toro se nutre de varios títulos anteriores como indudables referencias (además del clásico de Goulding), y me refiero, principalmente, a dos obras maestras en blanco y negro: Freaks (Tod Browning, 1932), conocida en España como La parada de los monstruos, y El hombre elefante (David Lynch, 1980). Dos referencias que hacen de este último trabajo del cineasta mexicano un filme híbrido que se mueve con soltura entre dos géneros: el fantástico y el negro. 


Con esta mezcla de géneros, Del Toro construye una perfecta fábula sobre la ambición y la crueldad humana 
(también hay guiños al avance del nazismo), donde no podía faltar la "Femme fatale", encarnada en esta ocasión por la psicóloga Lilith Ritter (el nombre le va al pelo) a la que interpreta con solidez y desparpajo una morbosa y peligrosa Kate Blanchett. 




Con un guion escrito por Del Toro en colaboración con Kim Morgan, reviven los mismos personajes del extraño y curioso filme de 1947. El cineasta mexicano se nutre de un excelente reparto de protagonistas y secundarios, entre los que me han gustado especialmente, la siempre maravillosa Toni Collette (como la pitonisa Zeena Krumbein), la ya citada Blanchett y un extraordinario Willem Dafoe, aunque cumplen bien en su papel tanto Bradley Cooper (Stanton Carlisle) como Rooney Mara (encarna a Molly, "La mujer eléctrica"). El  estupendo elenco de secundarios contribuye a la brillantez del filme, destacando entre ellos los veteranos David Strathairn, Ron Perlman, Richard Jenkins (el magnate) y Mary Steenburger. 




Del Toro divide claramente la película en dos partes, la primera ambientada en la feria y la segunda, la que se desarrolla fuera de ella. Tengo que reconocer que el estilo algo recargado y colorista de este cineasta mexicano no me cansa. Me gustan su estética, su ambientación y toda esa aura de cuento de hadas malsano que tan bien ha sabido explotar en obras como El laberinto del fauno (2006) o La cumbre escarlata (2015). Del Toro consigue plasmar en celuloide cuentos para adultos que nos introducen en mundos de pesadilla con un estilo muy reconocible que se desliza hacia el género fantástico. En esta ocasión, el ambiente de las ferias de atracciones de la primera mitad del siglo XX, es el marco para presentarnos a un hermético y extraño Stanton Carlisle (Cooper), que llega a una feria ambulante dirigida por Clem, un ambicioso tipo sin escrúpulos encarnado por un extraordinario Willem Dafoe, actor que se luce especialmente en personajes oscuros y depravados. Stanton se irá abriendo paso con esa misma ambición desmedida hasta dar el salto a una gran carrera como mentalista con la ayuda de Molly (Rooney Mara). 




Al igual que ocurría en El hombre elefante (1980) de David Lynch, también aquí los verdaderos monstruos son los que se ríen, humillan y se lucran a costa del monstruo de feria. Y, la sombra del "engendro", principal atracción "humana" de la feria dirigida por el despiadado Clem (Dafoe), planea y vertebra toda la historia, cuyas enseñanzas éticas y morales de fábula siniestra nos recuerda también al cine de Tim Burton. 

En una época en la que la humanidad avanza, a trancas y barrancas, sumida en una tristeza y desolación pandémica, Guillermo del Toro, con inteligencia, arte y buena técnica, ha sabido ambientar, en la también oscura época del comienzo de la segunda guerra mundial, un cuento gótico con sólidos pilares del más puro y castizo "noir". Un muy digno remake del clásico de 1947, al que no logra superar, salvo por los indudables avances tecnológicos en efectos especiales del siglo XXI. 

Guillermo del Toro vuelve a firmar una película muy notable, con esa atmósfera magnética tan propia de su cine que sabe sumergirnos, como nadie, en un mundo de pesadilla...Y es que, a veces, las pesadillas pueden ser muy reales, como nos demuestra la época actual, en la que los límites entre la realidad y una pesadilla distópica pueden ser muy difusos.

GONZALO J. GONZALVO 

martes, 18 de enero de 2022

Matrix Resurrections (2021)***

 Dir: Lana Wachowski

Int: Keanu Reeves, Carrie-Anne Moss, Neil Patrick Harris, Jada Pinkett Smith, Yahya Abdul-Mateen II, Jessica Henwick, Priyanka Chopra, Ellen Hollman, Jonathan Groff, Brian J. Smith, Max Riemelt, Lambert Wilson, Andrew Caldwell, Erendira Ibarra, Toby Onwumere, Christopher S. Reid, Andrew Koponen, Thomas Dalby, James D. Weston II, John Lobato, William W. Barbour, Cabran E. Chamberlain, Christina Ricci.



Las hermanas Wachowsky (antes hermanos) crearon en 1999 The Matrix, toda una revolución en el cine de ciencia ficción que lograba un grado de perfección en el uso de los trucajes digitales que hasta el momento sólo había sido intuido. Había algo más. Construyeron una distopía desasosegante en la que las máquinas habían creado un universo alternativo en el que la existencia real de los humanos se había reducido a ser simples partes de generadores eléctricos al servicio de las inteligencias artificiales que habían aprendido a ser conscientes. Mezclando alusiones a Lewis Carroll (a sus obras Alicia en el país de las maravillas y A través del espejo y lo que Alicia encontró allí), con la "mitologia católica", centrada en ciertas equivalencias entre Neo (Keanu Reeves) y Jesucristo, que parece que resucitaron de entre los "muertos" para salvarnos. 


La convincente creación de un universo virtual que se parecía mucho a la realidad, frente a un oscura 
realidad que parece una pesadilla virtual en la que sobreviven los "rebeldes" en desesperada batalla contra las máquinas, se desarrolló en dos entregas de 2003 (para mi gusto fallidas) tituladas: Matrix Reloaded y Matrix Revolutions.



Más atractivas fueron las continuidades en el universo de los videojuegos (Enter the Matrix, 2003; The Matrix Online, 2005; The Matrix: Path of Neo, 2005; CR: Enter the Matrix, 2009; y The Matrix Awakens: An Unreal Engine 5 Experience, 2021) y en el cine de animación. Basándose en sus historias se creó The Animatrix (2003), varios episodios independientes, aunque siempre dentro del nuevo contexto creado por los Wachowski: "The Final Flight of the Osiris", dirigido por Andrew R. Jones; "The Second Renaissance Part I", y "The Second Renaissance Part II", dirigidos por Mahiro Maeda y "Kid's Story", dirigido por Shin'ichiro Watanabe.


Esas dos líneas de desarrollo han sido aprovechadas por Aleksandar Hemon, David Mitchell y Lana 
Wachowski, los guionistas de esta "cuarta" entrega de The Matrix.


Creo sinceramente que esta era la película que querían hacer los Wachowski desde el principio (al 
menos  Lana, que sigue comandando el proyecto). Y la razón está, sobre todo, en un final que deben descubrir ustedes mismos. Lo curioso es que hay un aspecto argumental que va más allá del género y entronca con las historias eternas del cine clásico y tiene que ver con la historia de amor entre Neo y Trinity. Son Keanu Reeves/Neo y Carrie-Anne Moss/Trinity los que con sus interpretaciones sostienen una función que a los conocedores de la serie puede resultarles repetitiva. Más allá de cierto humor autorreferencial (Neo/Wachowski diseña los videojuegos de Matrix, dentro de Matrix), y de la aparición de unos nuevos seres llamados "sintéticos", que luchan al lado de los humanos frente a las máquinas, la nueva entrega ofrece pocas novedades.



Ya no estamos ante una revolución en el género de la ciencia ficción sino ante un intento algo desesperado de sobrevivir en el despiadado universo audiovisual de la actualidad. Sus 2 horas y 28 minutos se consumen sin que el hastío sobrevenga y esa es evidentemente una virtud, teniendo en cuenta los pocos contenidos novedosos que aporta este "ajuste de cuentas" por parte de Lana Wachowski que, por cierto, dedica la película a sus padres y al poder del amor...

Roberto Sánchez

domingo, 16 de enero de 2022

El negro que tenía el alma blanca (1927). CINE MARAVILLOSO. PRESENTACIÓN DE LA REVISTA CABIRIA Nº 15

Dir.: Benito Perojo

Guion: Benito Perojo, según la novela de Alberto Insúa

Fotografía: George Asselin y Segundo de Chomón

Efectos especiales: Segundo de Chomón

Int.: Concha Piquer, Raymond de Sarka, José Agüeras, Joaquín Carrasco, Andrews Engelmann, Valentín Parera.

CINE MARAVILLOSO

El cine debe disfrutarse en una sala de cine (valga la redundancia). En el cine Maravillas de Teruel, disfrutamos del visionado de una copia excelente de El negro que tenía el alma blanca (1927) de Benito Perojo, restaurada por la Filmoteca Valenciana. El acto, celebrado el jueves 13 de enero, cumplía una doble función. La primera, celebrar un acto que rendía homenaje justificado a dos cineastas: Benito Perojo, el director y a Segundo de Chomón en su 150 aniversario, artífice, en este caso, de los efectos especiales y junto a Georges Asselin responsable de la fotografía. La segunda, la edición de la revista Cabiria, dirigida por Gonzalo Montón,  editada en Teruel por Nacho Navarro, el responsable del Cine Maravillas, y el decidido apoyo, desde el año pasado, del Instituto de Estudios Turolenses (pueden verse sus números on line en: https://cinemaravillas.com/cabiria).


La revista Cabiria, nació para hablar de y cine y estudiarlo desde y con Teruel. Como indica su título, la 
figura de Segundo de Chomón, nacido en Teruel el 17 de octubre de 1871, fue decisiva. Su importante papel como especialista en efectos especiales y fotógrafo en la Cabiria (1914) de Giovanni Pastrone, decidió a los creadores de la revista a darle este nombre y a publicar de manera regular estupendos artículos dedicados a su obra. En el último son: "Chomón a media luz: un misterio dentro de una incógnita", de Iván Nuñez, que desvela algunos de los contenidos de su reciente publicación a cargo del IET, Chomón a media luz. Aproximación a su vida antes de dedicarse al cine; "Segundo de Chomón, cineasta", de Roberto Sánchez, que quiere insistir en la idea de Chomón como cineasta consciente, que emplea con un sentido moderno (y novedoso) los recursos técnicos de los que dispone y que, además, es capaz de perfeccionarlos; y "Una nueva mirada a El travelín de Chomón", de Ana Asión, un repaso y recuerdo a un recurso educativo audiovisual sobre los inicios del cine que se centra en Chomón y fue creado en el año 2007, por Gonzalo Montón, Fernando Múñoz y Mª Jesús Pérez.


Aprovechando e
l tirón del 150 aniversario, el Instituto de Estudios Turolenses se ha servido de uno de sus más prestigiosos recursos, la revista Turia. El número 140, dedica su Cartapacio a Segundo de Chomón, y en el colaboran con oportunas aportaciones que permiten hacerse un estado de la cuestión, desde el punto de vista de historiadores e investigadores de la creación cinematográfica: Amparo Martínez Herranz, Fernando Sanz Ferreruela, Daniel Sánchez Salas, Joan M. Minguet Batllori, Bernardo Sánchez, Marián del Egido y Josexto Cerdán (Filmoteca Española), Mariano Bruzzo y Rosa Cardona (Filmoteca de Cataluña), Ana Marquesán Modrego (Filmoteca de Zaragoza), Manuel Gutierrez Aragón, Roberto Sánchez López y Gonzalo Montón Muñoz. Además, la visión se enriquece, desde el ensayo y la ficción, con aportaciones de Irene Vallejo, Luis Alberto de Cuenca, Antón Castro, Vicente Molina Foix, Manuel Hidalgo, José María Conget, Antonio Castellote y Ana Alcolea.


Un repaso, algo superficial, al cine silente permitiría comprobar que durante los años 20 del siglo XX, 
hubo una eclosión de creatividad sin parangón en toda la historia del cine. Sin ser exhaustivo, quiero recordarles unas cuantas películas con las que podrían comprobarlo: La inhumana (1924) de Marcel L´Herbier, Avaricia (1924) de Erich Von Stroheim, Entreacto (1924) de René Clair, El último (1924) de F. W. Murnau, El caballo de hierro (1924) de John Ford, El acorazado Potemkin (1925) de S. M. Eisenstein, La madre (1926) de V. Pudovkin, Nana (1926) de Jean Renoir, El maquinista de La General (1926) de Clyde Bruckman (y Buster Keaton), Berlín, sinfonía de una ciudad (1927) de Walter Ruttman, Amanecer (1927) de F. W. Murnau, El enemigo de las rubias (1927) de Alfred Hitchcock, Metrópolis (1927) de Fritz Lang, El viento (1928) de Victor Sjöström, El cameraman (1928) de Edward Sedgwick y Buster Keaton, Y el mundo marcha (1928) de King Vidor, Un sombrero de paja de Italia (1928) de René Clair, La pasión de Juana de Arco (1928) de C. T. Dreyer, El hombre de la cámara (1929) de Dziga Vertov, La caja de Pandora (1929) de G. W. Pabst, Un perro andaluz (1929) y La edad de oro (1930) de Luis Buñuel o La aldea maldita (1930) de Florián Rey. 


Este es el contexto en el que Benito Perojo, que estaba trabajando en Francia (como intérprete y 
director de 1917 a 1929), realizó El negro que tenía el alma blanca (1927), que tuvo en su momento una buena acogida y dos versiones en el cine sonoro, una de 1934, dirigida por el mismo Perojo; y otra de 1954, dirigida y protagonizada por el argentino Hugo del Carril. Luego, aunque al propio director le parecía uno de sus mejores trabajos (con razón), fue casi olvidada y despreciada. 

Perojo adapta la novela del cubano afincado en España Alberto Insúa y cuenta como operadores de cámara con George Asselin y Segundo de Chomón, que además se ocupará de los efectos visuales. Los dos fotógrafos han asimilado con maestría aspectos expresionistas e impresionistas del cine europeo de la época (alemán y francés) y aplican un tratamiento de la luz que siempre potencia el valor expresivo de todas las secuencias. Destaca también el soberbio trabajo interpretativo de una joven Conchita Piquer y de Raymond de Sarka, sin los que la historia (que se apoya en ciertos presupuestos racistas que no eran tan evidentes en la visión de la época) podría perder eficiencia. 



La película contó con unos medios de producción muy difíciles de alcanzar en la España de finales de los años veinte. Algunas secuencias que relatan el ambiente de algunos clubes de los "felices años veinte" parisinos, son espectaculares. En especial las que muestran los inicios de Peter Wald / Pedro Valdés en el mundo del Charlestón, un antecedente del jazz, que estaba en plena difusión en Europa.



Hay detalles breves en los que el estilo de Chomón es evidente: los reflejos (flash-back) en una botella de champán que observa Don Mucio Cortadell (Joaquín Carrasco), el padre de Emma (Conchita Piquer) o los juegos lumínicos (y maquetas) para ilustrar el ambiente de Montmartre y el Moulin Rouge.



Pero donde realmente se luce el genio de Chomón es en la brillante secuencia onírica (que comienza aproximadamente en el minuto 12:24) y que termina por determinar un cierto aire de ensoñación fabulística a todo el film. 



Está construida con sobreimpresiones, transparencias, cámaras lentas, maquetas, distorsiones visuales, todo un repertorio de trucajes que ha sido alabado (con razón) como uno de los mejores momentos del film. Quizás sea la secuencia más destacada por buena parte de la crítica y supone un fuerte impacto, por su agilidad narrativa, por sus sugerencias eróticas y por demostrar que había otro cineasta turolense capaz de sumergirnos en el inquietante mundo de los sueños. Hay un momento que además pudo inspirar visualmente al mítico King Kong (1933) de Merian C. Cooper y Ernest B. Schoedsack. Es una pena que este fuera su último trabajo. En el, Chomón al servicio de Perojo, muestra una madurez narrativa y un dominio técnico absolutos que indican que podría haber aportado mucho más al desarrollo del lenguaje cinematográfico, si no hubiera fallecido un 2 de Mayo de 1929 a la edad de 57 años.






Roberto Sánchez

martes, 11 de enero de 2022

West Side Story (2021)****

 Dir: Steven Spielberg 

Int: Rachel Zegler, Ansel Elgort, David Alvarez, Ariana DeBose, Rita Moreno, Mike Faist, Josh Andrés Rivera, Corey Stoll, Brian d'Arcy James, Maddie Ziegler, Ana Isabelle, Reginald L. Barnes, Jamila Velazquez, Talia Ryder, Kevin Csolak, Paloma Garcia Lee, Mike Massimino, Jess LeProtto, Annelise Cepero, Arianna Rosario, Sean Harrison Jones, Sebastian Serra, Garett Hawe, Julian Elia, Jonalyn Saxer, Harrison Coll, Eloise Kropp, John Michael Fiumara, Jacob Guzman, David Guzman, Kyle Coffman, Kyle Allen, Jamie Harris, Curtiss Cook, Chryssie Whitehead, Ben Cook, Myles Erlick, Kathryn Grace, Nadia Quinn, Claudette Lalí, Ken Holmes.


Una historia del West Side vista por Steven Spielberg

Steven Spielberg, el rey Midas de Hollywood, se ha atrevido esta vez con un musical clásico de Broadway de 1957 llevado a la gran pantalla por Robert Wise y Jerome Robbins en 1961, algo que muy pocos cineastas se hubieran atrevido a hacer. Pero al director de Tiburón no le ha temblado el pulso al actualizar las viejas disputas entre los "Sharks" y los "Jets" en las calles del West Side de Nueva York.


Es muy curiosa la sensación que se tiene al ver, secuencia a secuencia, este magnífico film de Steven 
Spielberg. Cada escena, cada coreografía de Jerome Robbins, con las letras de Stephen Sondheim y la portentosa partitura de Leonard Bernstein, fluyen, una a una, como si se hubieran fundido en un espacio atemporal, logrando que lo nuevo parezca clásico. Los jóvenes Ansel Elgort y Rachel Zegler sustituyen a Richard Beymer y a Natalie Wood, pero siguen siendo Tony y María, los eternos amantes con destino trágico herederos del Romeo y Julieta del siglo XVI de William Shakespeare. 


Spielberg ha "arriesgado", pero de un modo muy inteligente y respetuoso, con el original de principios 
de los 60 basado en el libro de Arthur Laurents. Y escribo "arriesgado", entre comillas, porque cada escena, cada secuencia, es prácticamente un calco de las que Arthur Laurents y el prestigioso guionista Ernest Lehman crearon para que el genial coreógrafo Jerome Robbins las pusiera  en  perpetuo movimiento plasmadas ya, para siempre, en el celuloide. De este modo, y con un presupuesto de 100 millones de dólares (nada más y nada menos) y con un metraje de algo más de 2 horas y media (que en la pantalla grande se disfruta enormemente y no se hace largo), Spielberg ha contado, en esta ocasión, con guion del propio Arthur Laurents, autor de la novela, y Tony Kushner, con un excelente montaje de Sara Broshar y Michael Kahn, y un equipo de diseño artístico y decoración compuesto por casi 60 brillantes profesionales. 


Con todo este alarde de medios y personal, y con un escrupuloso respeto a la obra original, Spielberg 
logra un instantáneo clásico moderno, que es clásico desde un principio, y que es atemporal, porque Tony, María, Anita, Bernardo y "El chino" y los demás chicos y chicas que componen las bandas de los "Jets" y los "Sharks", han cambiado de rostro (estupendos Ansel Elgort como Tony, y la menuda y pizpireta Rachel Zegler como María, ambos demuestran sus dotes para el canto y el baile), pero siguen siendo los mismos personajes inmortales. Cameo-homenaje a la veterana Rita Moreno (la "Anita" de la versión original ) y una Ariana DeBose que derrocha energía y fuerza Latina como la nueva "Anita".



Todos aquellos que sean admiradores del cine musical clásico y de los musicales de Broadway, no deberían perderse ni un solo minuto de este excelente remake. Un clásico moderno instantáneo que Spielberg ha conseguido con un sobresaliente. Y es que, al rey Midas de Hollywood, nada se le resiste, así que larga vida al rey y larga vida a West Side Story. Porque los grandes clásicos y los grandes autores, nunca mueren, simplemente se renuevan, en el tiempo, en sus sucesivas adaptaciones.

Gonzalo J. Gonzalvo

viernes, 7 de enero de 2022

El contador de cartas (2021)***

 Dir: Paul Schrader

Int: Oscar Isaac, Tye Sheridan, Tiffany Haddish, Willem Dafoe, Bobby C. King, Alexander Babara, Marcus Wayne, Don Lay, Britton Webb, Hassel Kromer, Marlon Hayes, Justine Salas, Sherri Piper, Ekaterina Baker, Joel Michaely, Billy Slaughter, Amye Gousset, Calvin Williams.


Paul Schrader: el rey del lado oscuro.

He titulado así este nuevo artículo de crítica cinematográfica, el primero del año, y aprovechando la festividad de los Reyes Magos, concediendo a Paul Schrader el título de “Rey del lado oscuro”. Y es que, aunque El contador de cartas no me ha fascinado como otras de sus películas, he de confesar que siento debilidad, tanto por sus historias de excepcional guionista, como por algunas otras que también ha dirigido. A él le debemos el excepcional guion de Taxi Driver (1974), esa obra maestra dirigida por Martin Scorsese en los 70. En 1980 escribe el guion y dirige American Gigoló, con otro protagonista masculino que lanzará a la fama a un entonces desconocido Richard Gere. A él le debemos también el guion de la excepcional Toro salvaje (Raging Bull, Martin Scorsese, 1980), así como el remake de La mujer pantera (Cat People, 1982).


Hay otra película dentro de su filmografía que cuando la vi en el cine (lugar que sigo reivindicando 
como idóneo para ver una obra cinematográfica) me pareció una obra perturbadora y magnífica, y me refiero a El placer de los extraños (1990), otro fascinante ensayo sobre el lado oscuro de la naturaleza humana, filme protagonizado por un Christopher Walken en estado de gracia.


El contador de cartas nos narra la historia de un tipo extraño y frío llamado William Tell. Sabemos 
que se ha pegado un montón de años en la cárcel y que, además, estuvo implicado en las torturas de la cárcel militar de Abu Ghraib, en este caso, en el papel de interrogador. Magníficamente interpretado por Óscar Isaac, en uno de sus mejores trabajos de su carrera junto con el de El año más violento (2014) de J. C. Chandor. 

Tell ha tenido mucho tiempo entre rejas para perfeccionar algo que se le da muy bien: contar cartas. De este modo, y gracias a su moderación y prudencia, sabe pasar desapercibido en los casinos de EEUU y va sacando dinero jugando al blackjack y el póker. Como todos los personajes de Paul Schrader, William Tell es un hombre torturado, vacío de afecto y de perspectivas, que simplemente vive el día a día sin esperar ya gran cosa de la vida, y que anhela la redención para expiar sus culpas o pecados vitales. En este sentido en el cine de Paul Schrader siempre también hay una cierta implicación de la religión y cómo influye esta sobre el individuo y a este respecto, sirvan como ejemplo Aflicción (1997) o El reverendo (Firts Reformed) (2017).


Tell se encontrará con la ocasión idónea para lograr su redención, ayudando a Cirk (Tye Sheridan) un 
muchacho que busca venganza. Para rematar este triángulo, aparecerá la también oscura y hermética La Linda (Tiffany Haddisch), una cazatalentos de jugadores profesionales que aportará esa carencia de afecto que a él le falta. 

No es esta, como he dicho al principio, mi película favorita de Paul Schrader. No estaría a la altura de obras redondas como la citada Afflicción (1997) o City Hall: La sombra de la corrupción (1996), pero consigue, como en otros títulos de su filmografía como director y guionista, un retrato perfecto e hipnótico de esos hombres invadidos por el lado oscuro, de esas almas torturadas, seres humanos que parecen hechos de una pasta especial a mitad de camino entre la autodestrucción y la locura. Solo por eso y por la excelente interpretación de Óscar Isaac, merece la pena ir a verla al cine. También por su estupenda fotografía y por la excelente banda sonora de Robert Levon Been y Giancarlo Vulcano, que la arropa a la perfección. Si además de todo esto, les gustan las películas ambientadas en los casinos y el turbulento y sucio mundo del juego, El contador de cartas es un filme que no deberían perderse.

GONZALO J. GONZALVO