martes, 31 de octubre de 2017

Thor: Ragnarok (2017)***

Dir: Taika Waititi
Int: Chris Hemsworth, Tom Hiddleston, Cate Blanchett, Anthony Hopkins, Mark Ruffalo, 
Tessa Thompson, Benedict Cumberbatch, Idris Elba, Jeff Goldblum, Jaimie Alexander, Sam 
Neill, Ray Stevenson, Tadanobu Asano, Taika Waititi, Karl Urban, Stan Lee, Rob Mayes.


Como tantos otros personajes de la Marvel, Thor (al margen de su condición de dios del trueno entre vikingos y germanos), nace en 1962, ideado por Stan Lee, Larry Lieber y Jack Kirby. Habitualmente los superhéroes de Marvel han entrecruzado sus aventuras, siempre orquestadas por el proteíco Stan Lee. Ahora, que están teniendo continuidad en el cine, pasa lo mismo. En el caso de Thor, la primera aparición es de 2011, tiene la prestigiosa dirección de Kenneth Branagh, un extenso equipo de escritores guionistas (J. Michael Straczynski y Mark Protosevich, para la historia; y Ashley Miller, Zack Stentz y Don Payne, para convertirla en guión). Thor ya es interpretado por Chris Hemsworth, Odin por Anthony Hopkins y Loki por Tom Hiddleston, actores que permanecen fieles a sus personajes en la tercera entrega. La segunda, Thor: El mundo oscuro  (2013), es dirigida por un habitual en Juego de tronos, Alan Taylor (los responsables de la historia son ahora Don Payne y Robert Rodat; y los guionistas Christopher Yost, Christopher Markus y Stephen McFeely). Ya ha quedado claro (¿?), después de estas dos entregas cinematográficas,  que Thor es un Asgardiano, es decir, un alienígena que,  junto a sus colegas y debido a sus poderes fue considerado entre los humanos como una divinidad. Siguiendo la línea de los cómics, Thor ha aparecido como personaje, más o menos secundario en Los Vengadores (2012), Vengadores: La era de Ultrón (2015) y brevemente en Doctor Strange (2016).




En Thor: Ragnarok, dirige el neozelandés Taika Waititi, escriben Eric Pearson, Craig Kyle y Christopher Yost, y lo más curioso es que esta versión deriva continuamente hacia una comedia de situación, convenientemente mezclada con ciencia ficción en una variante ultraligera de space opera, por mucho que estemos ante el Ragnarok, la batalla del fin del mundo, o lo que es lo mismo: el Apocalipsis...




Thor (Chris Hemsworth) está preso al otro lado del universo sin su poderoso martillo y se enfrenta a una carrera contra el tiempo. Su objetivo es volver a Asgard y parar el Ragnarok porque significaría la destrucción de su planeta natal y el fin de la civilización Asgardiana a manos de una todopoderosa y nueva amenaza, la implacable Hela, su hermana, interpretada por una impecable Cate Blanchett, que se suma a la fiesta. Pero, primero deberá sobrevivir a una competición letal de gladiadores, organizada en un lejano planeta por el sin par empresario-tirano Grandmaster (Jeff Goldblum) que lo enfrentará a su aliado y compañero en los Vengadores, ¡el Increíble Hulk! (Mark Ruffalo, al menos cuando se deshincha).




Algunos han comentado, y con toda razón, que estamos ante un espectáculo cien por cien "marvelita", que es fiel a ese espíritu juguetón y sarcástico de Stan Lee y también a sus recientes versiones más desenfadadas. Es como si se hubieran contagiado del espíritu burlón de las dos entregas de la serie Guardianes de la galaxia, y en el de los tebeos y personajes que las inspiran. Por cierto, el cómic original con el mismo título (cuyos reponsables son Roy Thomas, john Buscema y Tom Palmer) no tiene nu un sólo giro hacia la comedia. Yo diría que no alberga ni un solo chiste...




Casi toda la película tiene duelos de comedia entre sus personajes. Parece absurdo, pero un aire de parodia y autocrítica inteligente y muy divertida está siempre presente en los diálogos y situaciones entre Thor,The Hulk, Loki, Hela, Odin, La Valkiria (Tessa Thompson), Doctor Strange (Benedict Cumberbatch), Korg (el mismo Taika Waititi), y Grandmaster, y en todas las posibles combinaciones entre ellos. De hecho, estas situaciones claramente identificables con la comedia, parecen justificar la presencia (inesperada para mí) de este director al mando del último show de Marvel. No es que tenga unos antecedentes muy prestigiosos, pero siempre fusionó (o lo intentó) comediacon fantasía y otros géneros, recibiendo excelentes valoraciones críticas por Hunt for the Wilder people, a la caza de los 
ñumanos (2016), de la que yo no tengo noticia de su estreno en España (desde luego, seguro que no en Zaragoza).

Roberto Sánchez

-Aragonia, C. Grancasa, Palafox, Puerto Venecia, Yelmo-

miércoles, 25 de octubre de 2017

La piel fría (Cold Skin, 2017)**

Dir: Xavier Gens
Int: David Oakes, Ray Stevenson, Aura Garrido, John Benfield, Iván González, Ben Temple.

El sueño de la razón...produce monstruos 


Con esta frase del inmortal Francisco de Goya, pintor aragonés y universal que supo como nadie plasmar lo oscuro (sobre todo en sus últimas pinturas negras) he querido titular mi artículo sobre una extraña película. Película que firma el francés Xavier Gens (nacido en 1975 en Dunkerque), director y guionista que se inicia en el género del fantástico y del terror, primero en la televisión francesa y, después, con el largometraje Frontera(s) (2007). 

Basado en la novela de Albert Sánchez Piñol (que han adaptado Eron Sheean y Jesús Olmo), La piel fría se mueve en una mezcla extraña de géneros que combina la aventura marítima (como aquellos estupendos filmes de piratas en technicolor) de rudos hombres de mar, que nos remite a títulos como La isla del tesoro (con diversas versiones hasta hoy desde la de 1934, de Victor Fleming), El capitán Panamá (Sidney Salkow, de 1952) o El mundo en sus manos (Raoul Walsh, 1952). 




La piel fría (estrenada en el Festival de Sitges 2017,  fuera de concurso) nos narra el periplo de un hombre que viaja a una remota isla para incorporarse como ayudante y oficial atmosférico en un faro junto a su solitario y huraño compañero. Pronto descubrirá que ellos dos no son los únicos habitantes de la isla.  

El género de terror, de un tiempo a esta parte,  parece varado en tierra de nadie como una barca perdida en una de esas islas desiertas. Entre una avalancha de remakes de filmes de los años 70, 80 y 90 (llegará pronto una recuperación de la historia de Halloween que Carpenter realizó con maestría a finales de los setenta), con payasos asesinos recuperados, muñecas diabólicas y otras viandas bastante discretas a nivel cinematográfico, parece que algunos cineastas busquen rizar el rizo y mezclar géneros para lograr algo novedoso. Incursiones de seres extraños que se mueven como "muertos viviente" o vampiros, las hemos visto en montones de filmes, en especial en las últimas películas de zombies, tan veloces que ganarían olimpiadas (The Descent, 28 semanas después, Guerra Mundial Z, etc.). Por otra parte, La piel fría tiene un aire inicial semejante al de esos filmes de aventuras marítimas estilo Master and Commander (Peter Weir, de 2003), lo que le da una pátina y una factura técnica impecables gracias a la estupenda fotografía de Daniel Aranyo y sobre todo, al impecable diseño artístico y de producción de Gil Parrondo, quizá lo mejor de una película, lógicamente dedicada a su memoria. Gil Parrondo falleció recientemente (24 de 
diciembre de 2016), fue toda una leyenda del cine español, y un técnico muy considerado a 
nivel internacional.




Además, el film de Gens, iene momentos de suspense que lo emparentarían con el terreno del thriller. Todo este batiburillo de géneros conforman una amalgama extraña que no termina de funcionar, en la que sólo los momentos álgidos de asedio de esos extraños seres alivia del tedio y el bostezo. El fabuloso sonido del nuevo Dolby Atmos, adorna esas mismas escenas y también otras de gran belleza bucólica (el embate de las furiosas olas contra las rocas), pero se queda en otro aporte técnico que hace de hermoso envoltorio a este caramelo bastante insípido. 




Se nota que Xavier Gens ama el género de terror, prueba de ello es su anterior trabajo, The Crucifixion (2017), película perteneciente al subgénero de posesiones y presencias demoníacas que tampoco pasa de ser discreto. Sin embargo sus trabajos fílmicos se quedan más en la forma que en el fondo, y eso a pesar de contar con una novela detrás que ha sido un éxito de ventas. Sin necesidad de hacer “espoilers”, la verdad es que en el fantástico (desde la época de la Universal en los años 30 y el expresionismo alemán) todo o casi todo está inventado. Y, además de los títulos anteriormente nombrados, me vienen a la mente la fabulosa La mujer y el monstruo (Jack Arnold, 1954), y un filme de los ochenta titulado Humanoides del abismo  (Barbara Peters y Jim T, Murakam, 1980), en el que el título ya es bastante explícito. El filme de Gens respira también por los poros de La isla del Doctor Moreau (Don Taylor, 1977, ), de Misterio en la isla de los monstruos (Joan Piquer Simón 1981 ) y de otras películas que mezclan el terror con la aventura marítima. A pesar de todas estas múltiples referencias, la piel del espectador (parafraseando el título del filme y de la novela) se queda bastante fría. Al menos la mía. 

Recomendable sólo para fans muy recalcitrantes del género fantástico con marcos y entornos marítimos.

Gonzalo J. Gonzalvo

-Aragonia, Palafox, Puerto Venecia, Yelmo-

¡Lumière! Comienza la aventura (2017)*****

Dir: Thierry Frémaux


En 1895, los hermanos Lumière inventaron el cinematógrafo y dirigieron La Sortie de l'usine Lumière à Lyon, una de las primeras películas de la historia del cine. Este documental, dirigido por Thierry Frémaux (director del Festival de Cannes desde 2001 y del Instituto Lumière de Lyon), ofrece una selección de 108 películas restauradas primorosamente que nos muestran un viaje a los orígenes del cine. Frémaux con su luminosos y divertidos comentarios acompasa una mirada única sobre Francia, el séptimo arte y el mundo que inaugura el siglo XX. 

Es un bello trabajo documental, de amor al cine (y a sus orígenes, claro), de amor a los hermanos Lumière que inventaron el CINE, sí, con mayúsculas. Sí, por que la selección de material hecha por Frémaux, demuestra sobradamente que el cuidado puesto en el encuadre, la guionización, los trucajes y las interpretaciones de sus "actores", van mucho más allá que la toma fría e impersonal de imágenes sin otra intención que la de documentar. No sólo inventaron el cine casero, retrataron una sociedad, crearon ficciones y, lo que es más importante un arte propio y específico sin tener referentes directos. Los Lumière (y sus operadores Alexandre Promio, Pierre Chapuis, Gabriel Veyre, Francis Doublier, Félix Mesguich o Constant Girel) se inventaron una manera de contar que se sustentaba en imágenes en movimiento, toda una revolución que nos sigue definiendo como especie creadora de universos poéticos y recreadora de vidas.




Gregorio Belinchón en el diario El País nos cuenta, citando al propio Frémaux, que fueron los primeros en crear gags, en hacer remakes, en cuidar las composiciones con luces y sombras... "Sabían muy bien lo que hacían. En sus trabajos están la primera muestra de cine abstracto o las primeras imágenes deportivas, porque el deporte moderno nace a la vez que el audiovisual". Insiste, citando literalmente a Frémaux, en que "Louis Lumière es el primer director de ficción, preocupado además por la puesta en escena, a pesar de otra leyenda que solo le tilda de documentalista. El regador regado es de junio de 1895...Insuperable. Para mí Louis es Rossellini, Renoir, Pialat o Kechiche, y Méliès, Fellini, Hollywood, Almodóvar, la gente que toma el mundo para reinventarlo. En cambio, Lumière toma el mundo para mostrarlo como es. No es una oposición, sino una complementariedad. Me gusta que la película muestre la inocencia, la generosidad, la forma de ver la vida de los hermanos. Louis es un artista, como se puede ver también en sus fotografías".
(ver https://elpais.com/cultura/2017/10/17/actualidad/1508240806_820124.html




Recogemos, ya para ir terminando, otra cita literal de Thierry Frémaux: "Louis Lumière no fue sólo el inventor del cinematógrafo, sino también el primer director de la historia. Las casi 1.500 películas que dirigió tienen un alto valor artístico. Son películas con técnica, con trama, con personajes... Casi todo el cine está dentro de esas 1.500 películas. El modo de hacer cine de Lumière se ve en Bresson, en Eisenstein, en Renoir...".




Quién no crea esta aseveración, puede salir de dudas contemplando esta alucinante y brillante película, elaborada con 108 cortometrajes de 50 segundos (aproximadamente), una sinfonía en blanco y negro, que adquiere una dimensión épico-poética al acompañarse de la música de Camille Saint-Saëns, y de los comentarios en off (documentados, apasionados y divertidos, como ya dije al inicio de la crítica) de Frémaux, convertido en todo un creador cinematográfico gracias a la magia del montaje y al maravilloso invento de los Lumière. 

Roberto Sánchez

-Aragonia-

Las hijas de Abril (2017)***

Dir: Michel Franco
Int: Emma Suárez, Ana Valeria Becerril, Hernán Mendoza, Joanna Larequi, Enrique Arrizon, 
Iván Cortés, Giovanna Zacarías, José Ángel García, Tony Dalton.


Valeria (Ana Valeria Becerril) tiene 17 años y está embarazada. Vive en Puerto Vallarta con Clara (Joanna Larequi), su media hermana. Valeria no ha querido que Abril (Emma Suarez) –la madre, que lleva mucho tiempo ausente– se entere del embarazo. Sin embargo Clara, ante la presión económica y las responsabilidades que implica tener un bebé en casa, decide llamarla. Abril llega con disposición de ayudar a sus hijas, pero... 

Michel Franco es un director mexicano que firma con éste su quinto largometraje. A sus 38 años es uno de los más interesantes del panorama cinematográfico en su país, junto a Amat Escalante y David Pablos, por citar a otros jóvenes cineastas que también están llamando la atención en sus recientes propuestas. 

Michel Franco decide contarnos la historia con un cierto distanciamiento y aparentemente sin juzgar nunca a sus personajes. Hay detalles que indican ciertas lineas de interpretación para este melodrama vaciado de aspavientos, pero Franco prefiere dejar al espectador la tarea de emitir juicios de valor. Los trabajos de los actores (siempre es así en su cine) adquieren una gran importancia, y en especial el personaje de Abril, "la madre española", que irá tomando una serie de decisiones que nos sorprenden, pero que responden con lógica a varias situaciones que la historia escrita por el mismo Michel Franco, plantea con precisión: el embarazo (¿irresponsable?) de la  joven hija de 17 años, la transición (no asumida) a la madurez de una madre manipuladora y ¿amoral?, el rechazo, y al mismo tiempo la atracción que provoca en sus hijas, van  construyendo una historia tensa pero contenida, sin aparentes recovecos que, seguro, activará sus pensamientos.




Desde luego si lo que pretenden es consumir su dosis de ocio palomitero, esta no es su película, aunque se perderán un excelente trabajo de  Emma Suárez, una actriz española incombustible, capaz de enfrentarse a personajes complejos, y resolverlos siempre con brillantez.




Atentos a Michel Franco. Para entender su cine es necesario buscar sus referentes en el pasado, es decir en Buñuel, o repasar las filmografías de algunos cineastas actuales como el alemán Michael Haneke, o sin irse tan lejos, la de su compatriota Carlos Reygadas, muy influyente en los jóvenes directores que quieren salirse de los cauces del cine más comercial.

Roberto Sánchez

-Aragonia-

Handia (Aundiya) (2017)***

Dir: Jon Garaño y Aitor Arregi
Int: Ramón Agirre, Eneko Sagardoy, Joseba Usabiaga, Aia Kruse, Iñigo Aranburu, Iñigo 
Azpitarte.


Jon Garaño, Aitor Arregi y Jose Mari Goenaga (aquí sólo guionista) son tres cineastas guipuzcoanos que vienen colaborando en trabajos de ficción y documentales desde hace unos años. En el año 2014 fueron los responsables (Garaño y Goenaga en la dirección) de una pequeña joya titulada Loreak, plena de belleza y sensibilidad.

Con un presupuesto más abundante (ahora dirigen Garaño y Arregi) han afrontado una película ambientada en el siglo XIX, inspirada en las vidas de Miguel Joaquin Eleizegi (El Gigante de Alzo) y la de su hermano Martín. Seguro que en la concepción del film ha pesado la magistral El hombre elefante (1980), de David Lynch, pero han logrado ir en otra dirección alternativa y darle un punto de vista personal, tomado (como ocurría en el film de Lynch) de una realidad histórica que, en muchas ocasiones, supera con creces a la

imaginación. 


Tras haber luchado en la Primera Guerra Carlista, Martín (Joseba Usabiaga) vuelve a su caserío familiar en Gipuzkoa y allí descubre con sorpresa que su hermano menor, Joaquín (Eneko Sagardoy), es mucho más alto de lo normal. Convencido de que todo el mundo querrá pagar por ver al hombre más grande sobre la Tierra, ambos hermanos se embarcan en un largo viaje por Europa en el que la ambición, el dinero y la fama cambiarán para siempre el destino de la familia. 

Garaño y Arregi construyen, otra vez,  una película llena de sensibilidad y buen gusto que en muchos aspectos es un homenaje a su tierra. El trabajo fotográfico de Javier Agirre, y la música delicada de Pascal Gaigne, nos van llevando con dulzura, con suavidad, por los entresijos de una historia compleja y terrible al mismo tiempo, en la que se nos relata el sinsentido de las guerras y la psicología de unos personajes marcados por la naturaleza, la familia y la sociedad que le rodea y que señalan como monstruo, como un ser diferente (casi no humano) a uno de ellos y por extensión a todos los vascos de las zonas rurales. La idea de hacer negocio aprovechándose de su singularidad, la presión psicológica que padece y sufre el gigante, están muy bien reflejados en la cuidadosa interpretación y son mostrados con el grado necesario de precisión y sensibilidad.



De vez en cuando, el film, nos sorprende con algunas reconstrucciones de hechos históricos. Con un sentido del humor algo ácido (en un agradable contraste con el tono comedido de todo el film) nos muestra su encuentro con los científicos y con la Reina Isabel II; o con un planteamiento poco coherente, que está a punto de hacer naufragar la  trayectoria impecable de la historia, la visita programada con otros gigantes de las ruinas de Stonehenge en su viaje a Inglaterra, que sólo parece una excusa para favorecer el encuentro con Maria (Aia Kruse), una gigante británica, con la que mantuvo relaciones el Gigante de Alzo.




He tenido que ver la versión doblada (que mantine en un sólo momento el idioma vasco) con lo que creo haber perdido algunos de los matices en la interpretación y en la hábilmente reconstruida ambientación de los caseríos rurales, Bilbao, Tolosa y otros lugares del paisaje vasco, pero creo que no me ha impedido apreciar el más que apreciable trabajo de estos cineastas que continúan retratando sin aspavientos la sensibilidad, la vida y la muerte de sus gentes (no importa la época), tan próximas y tan lejanas, al mismo tiempo, a las de todos nosotros.




Roberto Sánchez

-Aragonia-

lunes, 23 de octubre de 2017

La suerte de los Logan (Logan Lucky, 2017)****

Dir: Steven Soderbergh
Int: Channing Tatum, Adam Driver, Farrah Mackenzie, Riley Keough, Daniel Craig, Katie Holmes,  Charles Halford, Seth MacFarlane, Jack Quaid, Brian Gleeson, Katherine Waterston, Dwight Yoakam, Sebastian Stan, PJ McDonnell, Robert Fortner, Hilary Swank, David Denman


 .
En busca del golpe perfecto...

Thriller y comedia de robos con un sentido del humor bastante negro que recuerda mucho a los hermanos Coen. También a la saga de Ocean´s Eleven del propio Soderbergh. La historia que nos cuenta  La suerte de Logan es la de tres hermanos: Jimmy, Mellie y Clyde Logan, que no es que hayan tenido mucha suerte en la vida que digamos. Juntos deciden poner en marcha un plan para dar un gran golpe durante la carrera de coches más importante de la localidad de Concord (Carolina del Norte). Tiene un tono de comedia y ese sentido de humor socarrón que nos remite, como apuntaba al principio, a las películas de los Coen Sangre fácil (1984) y Fargo (1996). Soderbergh vuelve a la senda iniciada con Ocean´s Eleven (2001), que tuvo su continuación en Ocean´s Twelve (2004) y Ocean´s 13 (2007), combinando acción y comedia (incluso algunos momentos de drama) con acierto. 

La suerte de los Logan rinde además un homenaje más o menos explícito a más de un título del thriller y del Neo Noir de las décadas 60 y 70 , muchos de ellos no exentos de comedia y, en especial, a las películas de ese periodo englobadas en el subgénero de “robos y atracos” (lo que en Estados Unidos denominan “Caper Movies”), tales como: El gran robo (Peter Yates, 1967), La gran estafa (Don Siegel, 1973), Topkapi (Jules Dasssin, 1964) , Un diamante al rojo vivo (1972, Peter Yates) o Un botín de 500.000 dólares (Michael Cimino, 1974); subgénero éste muy prolífico y exitoso sobre todo en los finasles de los sesenta y los años setenta (para mayor información, consultar el libro especializado Balas, sirenas, patillas y jazz: las décadas del Neo Noir). Títulos y subgénero que han influido en cineastas (además del propio Soderbergh) como Quentin Tarantino (Reservoir Dogs, Pulp Fiction), Nicolas Winding Refn (con su excelente Drive) e incluso en el genio neoyorquino Woody Allen (Granujas de medio pelo, 2000 o La maldición del escorpión de jade. También hay ecos de la excelente The Ladykillers dirigido en 1955 por Alexander McKendrick (que en España se tituló El quinteto de la muerte, y contaba con un fenomenal Alec Guinnes), filme que, precisamente, fue versionado de nuevo por los hermanos Coen en su paticular Ladykillers de 2004, y que contó con un reparto liderado por Tom Hanks. 





La suerte de los Logan, como casi todos los filmes de Soderbergh, es narrativamente brillante, con ese particular estilo que propone un aparente ritmo lento (al igual que ocurría también en Fargo de los Coen), pero que en realidad va dosificando y armando poco a poco un puzzle de suspense que funciona como una maquinaria de reloj suizo, y que nos entrega instantes de humor negro realmente impagables y casi delirantes. Evidentemente, Soderbergh es un cineasta que sabe dirigir, y buena prueba de ello son sus excelentes Erin Brockovich (2000), que le dio el Oscar a Julia Roberts, y su Traffic (2000), que nos hizo ver con otros ojos a una fabulosa Catherine Zeta Jones. 


En esta “Caper Movie” de los Logan, Soderbergh, (además del trío masculino que cumple fielmente con su cometido), logra ese efecto de mostrarnos de nuevo como una gran actriz a una desaprovechada Katie Holmes, que ahora parece crecerse artísticamente alejada ya de la alargada sombra de su ex-esposo y rutilante estrella de Hollywood Tom Cruise. Con un guión de Rebeca Blunt (nombre bajo el que se podría esconder el propio Soderbergh, y que ha creado cierta polémica al ser una persona ficticia que nadie conoce) y fotografía del propio Soderbergh, La suerte de los Logan  nos entrega también otra breve pero intensa aparición de Hilary Swank, la inolvidable Million Dollar Baby elevada a los altares gracias a la maestría de ese monstruo legendario del cine en que se ha convertido el señor Clint Eastwood. 


La suerte de los Logan resulta en conjunto un filme inteligente y muy entretenido, que navega a la perfección tanto en las aguas de la buena comedia como en las del thriller, y que más que la carcajada, nos despierta a menudo una sonrisa cómplice y burlona; tan socarrona como el tono general de esta divertida y rocambolesca historia no exenta de sátira social y política. 

Gonzalo J. Gonzalvo

-Aragonia, Palafox, Puerto Venecia, Yelmo-

jueves, 19 de octubre de 2017

Mal genio (Le redoutable, 2017)**

Dir: Michel Hazanavicius
Int: Louis Garrel, Stacy Martin, Bérénice Bejo, Grégory Gadebois, Micha Lescot, Louise Legendre, Félix Kysyl, Arthur Orcier, Marc Fraize, Romain Goupil, Jean-Pierre Mocky, Guido Caprino, Emmanuele Aita, Matteo Martari.


El ralizador francés Michel Hazanavicius, logró una popularidad instantánea gracias a los 5 Oscars que obtuvo su película The Artist (2011), filmada en blanco y negro, muda y haciendo todo un homenaje al cine comercial de los años 20 del siglo pasado. Nunca había demostrado ninguna cualidad muy especial, no lo había hecho en sus prescindibles parodias del cine de espias a lo Bond (OSS 117: El Cairo, nido de espias, de 2006, OSS 117, perdido en Rio..., de 2009), ni en The Search (2014), ambientada en la guerra de Chechenia, un intento fracasado de mostrar la crudeza de un duro conflicto bélico con muchas víctimas inocentes, vapuleada por la crítica y olvidada por el público.

Ahora, no es que haya logrado producir otra joya cinéfila, pero al menos su intento de comedia-biopic sobre Jean Luc Godard, ha permitido que volvamos la mirada a este controvertido maestro del cine.



La película nos muestra a Godard (interpretado por Louis Garrel) a mediados de los 60. Durante el rodaje de La chinoise (1967), una de sus películas más polémicas y comprometidas con los movimientos político-revolucionarios modernos, que poco después se conocerán como el Mayo del 68.

El director francés, recién divorciado de Anna Karina, una de sus más fieles musas, se enamora de la actriz de 17 años Anne Wiazemsky (Stacy Martin), con la que más tarde se casaría. Las contradicciones "burguesas" de un realizador genial (sobre todo por los filmes anteriores y en especial por A bout de souffle, de 1960, una de las más bellas, refrescantes y rupturistas apuestas del cine de la modernidad), que quiere "revolucionarse" y romper definitivamente con el cine burgués, alistándose en las filas del colectivo cinematográfico Dziga Vertov, convirtiéndose así en un revolucionario de opera bufa, o al menos eso parece querer contarnos Hazanavicius, que lejos de respetar la figura del maeatro (todavía en activo hoy con 87 años), intenta retratarlo, a través de sus rabietas con Bernardo Bertolucci o Marco Ferreri, y de un "infantil" e incomprensible intento de suicidio por amor y celos en su relación con la Wiazensky...


Hay que insistir en que esta película es totalmente prescindible, pero tiene una utilidad: recordar la figura de Jean-Luc Godard. En ese sentido me voy a permitir recomendarles una serie de títulos que han venido definiendo una carrera larga y más coherente de lo que podría parecer. Una mujer es una mujer (1961), Vivir su vida (1962), El desprecio (1963), Banda aparte (1964), Pierrot le fou (1965), Sympathy for The Devil (1968), toda una experiencia cinético-musical con los Rolling Stones y una cierta culminación de su brillante etapa en los sesenta. Titubeantes, comprometidas y escandalosas fueron Pasión (1982), Nombre: Carmen (1983), Yo te saludo, María (1985) y King Lear (1987). De 1989 a 1999 dirige Histoire(s) du cinéma, una muy personal visión del cine en 8 entregas para la televisión. En el siglo XXI, lejos de rendirse, logra algunas de sus mejores películas, repletas de belleza, reflexión profunda sobre la vida y el cine (mejor dicho, sobre la creación audiovisual) en Elogio del amor  (2001) y Nuestra música (2004), quizás la mejor de su extensa trayectoria. 




Roberto Sánchez

-Aragonia-

viernes, 13 de octubre de 2017

Blade Runner 2049 (2017)***** o ***

Dir: Denis Villeneuve
Int: Ryan Gosling, Harrison Ford, Ana de Armas, Jared Leto, Sylvia Hoeks, Robin Wright, 
Mackenzie Davis, Carla Juri, Lennie James, Dave Bautista, Barkhad Abdi, David 
Dastmalchian, Hiam Abbass, Edward James Olmos.


CUANDO LOS REPLICANTES SON MÁS HUMANOS QUE LOS PROPIOS HUMANOS. 

¿Estaría usted seguro de pasar el test que diferencia a humanos de replicantes? ¿Qué somos? ¿Cuanto tiempo nos queda? ¿Adónde vamos? Estas preguntas tan humanas se las hacían ya los replicantes Nexus 6 del filme Blade Runner de 1982. Entonces la megalópolis de Los Ángeles se hallaba sumida en el horizonte espacio temporal del año 2019. Ahora, treinta años después, la situación no ha ido a mejor, todo lo contrario. La ciudad ha crecido aún más, está mucho más polucionada. Sólo los más pobres y los replicantes clandestinos viven como pueden en total aislamiento, controlados por la tecnología e inmersos en una realidad deprimente que sólo otra realidad artificial, la virtual, parece aliviarles un tanto, mediante acompañantes virtuales que “les hacen la vida más fácil y amable”. 

Blade Runner 2049 deja claro en su título que no es un remake o una nueva versión de la misma historia actualizada técnicamente y con un reparto de nuestros días. El director que se ha atrevido con una empresa tan difícil y de tanta responsabilidad para afrontar un nuevo proyecto sobre un filme de culto como es el Blade Runner dirigido por Ridley Scott  (una de sus mejores obras sin duda, junto a Alien, el octavo pasajero) hubiese cometido un error garrafal, aunque técnicamente ese remake hubiera sido perfecto. Denis Villeneuve (uno de los mejores directores en la actualidad) no iba a caer en ese error que hubiese permitido comparaciones mucho más odiosas de las que ya está teniendo con el filme de 1982 de Ridley Scott. Villeneuve,  es un director canadiense que  se inició como documentalista (lo que habla ya en favor de su meticulosidad y perfección). Con su segundo trabajo Next Floor (2008), gana el premio al mejor cortometraje en los festivales de Cannes, Sitges y Toronto. Con su primer largometraje Polytechnique (2009), se revela como un buen conductor de los resortes y vías del thriller. A partir de ahí, con su siguiente trabajo, la fenomenal Incendies (2010), salta a lo más alto del prestigio internacional con la nominación a mejor película en los Oscar, Bafta, César franceses y Canadá.  Con Prisioneros (2013), llega a la cima del thriller con un filme desasosegante y oscuro, que lo pone al nivel de los mejores directores del género y recibe de nuevo premios internacionales. En este filme cuanta ya con el binomio Johann Johannsson en la música y Roger Deakins en la fotografía. Con éste último, y los compositores Hans Zimmer y Benjamin Wallfisch, forma un equipo ganador para crear un mundo audiovisual propio realmente hipnótico y adictivo en este Blade Runner 2049. Tras el intenso thriller Sicario (2015), Villeneuve vuelve a lograr un filme muy sugerente (de nuevo con la partitura de Johannsson) con la hermosa La llegada (2016), sin duda uno de los mejores filmes de ciencia ficción de los últimos años que obtiene 8 nominaciones a los Oscar. 




Blade Runner 2049 logra una perfecta transición respecto a la historia del Blade Runner de Scott y clarifica lo sucedido en aquella, manteniendo al mismo tiempo ciertas incógnitas de índole filosófico y humano que acompañan al hombre desde que éste se hirguió sobre sus dos patas y dejó de ser un mono para pasar a ser un homo sapiens (cuestión que Stanley Kubrick abordó ya hace décadas con esa obra maestra de la ciencia ficción llamada 2001: Una odisea del espacio). Villeneuve con indudable personalidad, deja ahí planteados esos enigmas trascendentales que el novelista Philip K. Dick introdujo en su novela corta inspiradora del filme de Scott (¿Sueñan los androides con ovejas eleéctricas?pero introduce además multitud de subtemas con un tratamiento muy respetuoso al Blade Runner de 1982 y con guiños a éste (recuperando a Harrison Ford  y a la replicante Rachel) para mayor placer de sus fans. 



Dentro de estos temas podemos encontrar: la “humanidad” cada vez mayor de los replicantes 
frente a personas cada vez menos humanas/ El cada vez mayor abismo entre pobres y ricos en la sociedad del futuro, donde la tierra ya es un lugar inhabitable/ El mito de Frankenstein a través del magnate de la ingeniería genética Niander Wallace (un inquietanteJared Leto), ese Dios de la cibernética creador de unos replicantes cada vez más perfectos, pero frustrado por no ser capaz de darles una cualidad que sólo poseen los nacidos de un útero materno. Un dios cruel y despiadado. / La realidad virtual como una vía alienante y de escape para huir de una realidad vital desalentadora tanto para humanos como para replicantes, donde el aislamiento es casi absoluto y los acompañantes virtuales se imponen para sustituir al real, afectivo y humano (¿esto ya les suena en el actual 2017, verdad?). Los subtemas pues son muchos, y además de permitir una reflexión filosófica, incluyen una crítica social implícita sobre el futuro que nos espera, en el que la evolución de los robots es creciente, inquietante e imparable debido a los avances gigantescos de la inteligencia artificial. 




Villeneuve nos sumerge pues en ese futuro descarnado y desesperanzador con una maestría visual y narrativa apoyada por una increible fotografía de Roger Deakins y una banda sonora hipnótica que hacen de todo el filme una experiencia audiovisual inmersiva de gran calibre. Con planos interiores que parecen obras del pintor Edward Hopper. Los diálogos son los justos, dejando que las situaciones y las imágenes hablen por si solas. Con un reparto de altura en el que el duelo Goslin-Ford  logra momentos muy emotivos, destacando también el excepcional trabajo de las actrices: Robin Wright Penn, la hispana Ana de Armas y la holandesa Sylvia Hoeck. Recupera también en una breve pero intensa aparición del Chicano Californiano Edward James Olmos (el inquietante policía amante de la papiroflexia en la versión de 1982). No faltan tampoco los guiños a toda la imaginería visual que idearon Douglas Trumbull, Syd Mead, Richard Yurichich y David Dryer, con ese plano del anuncio de ATARI (marca fetiche de videojuegos ochenteros) y esa ciudad cuajada de enormes edificios lúgubres llena de anuncios luminosos que parece un cementerio compartido por humanos y replicantes. 


El tiempo dirá si este Blade Runner 2049 se convertirá por derecho propio en un clásico de la ciencia ficción de este nuevo siglo XXI. Indudablemente, estamos ante una obra magnífica de un creador (Denis Villeneuve) que se ha enfrentado con pericia y maestría a un reto que era muy difícil: contentar a los amantes del filme de Scott  (una obra ya universal y de culto) y, al mismo tiempo, anonadar a los nuevos espectadores con un filme que supone toda una experiencia audiovisual. Los que lo tildan de frío y lo vapulean (como ya pasó en el estreno de 1982 por parte de más de una voz) han de pensar que ese mundo futuro y apocalíptico que bebe directamente del cine Neo Noir y de una estética ciber punk que sentó el primer Blade Runneres un mundo poblado de personajes sin alma (replicantes y robots de todo tipo) y “mascotas virtuales” igualmente desprovistas de humanidad. En un momento dado, la lugarteniente Joshi interpretada por Robin Wright le dice a K (Ryan Goslin): “Tu no tienes alma, y no te ha ido mal sin ella”. Quizá en ese futuro distópico que nos espera llegue un momento en que los replicantes y los robots alberguen en su interior más humanidad que los propios humanos. Muchos de nosotros no llegaremos a vivirlo (afortunadamente), pero como Deckard decía en el Blade Runner de Scott: “Yo no sabía cuanto tiempo viviría ella. Cuanto tiempo me quedaría a mí....pero en realidad... ¿Quien vive?... “

Gonzalo J. Gonzalvo.


CUANDO LA SECUELA LE DEBE DEMASIADO AL ORIGINAL.


Coincido con Gonzalo J. Gonzalvo en que estamos ante un film apreciable, con indudable calidad. La ciencia ficción (y sus variantes subgenéricas) necesitan películas planteadas con seriedad y que puedan aportar algunas ideas, más allá de la parafernalia de los trucajes digitales. Estamos ante uno de esos casos y puede entenderse, hasta cierto punto, que al contrastar con la mediocridad y ramplonería reinantes pueda deslumbrarnos con algunos de sus elementos. De hecho, yo iba muy bien predispuesto (quizás demasiado) ante la opción en la dirección del canadiense Denis Villeneuve, que en La llegada (2016), ya había logrado dignificar el género, en este caso en la variante: encuentro con alienígenas. 

Lo que ocurre ahora es que una vez vista, la sombra del Blade Runner de 1982 es demasiado alargada. Los mejores momentos del nuevo film, le deben todo, incluso desde el punto de vista más formalista, a las imágenes y sonidos creados por el equipo de Ridley Scott en el pasado (Jordan Cronenweth, dirigiendo la fotografía, o Vangelis en la banda sonora; por citar a dos de los más evidentes). Ridley Scott que ahora es uno de los productores ejecutivos y Hampton Fancher (guionista, junto a Michael Green, un reciente colaborador de Scott en Alien Covenant), parece que han impuesto su visión sobre los trabajos del director canadiense Denis Villeneuve, del veterano director de fotografía inglés Roger Deakins o en la música compuesta por el joven Benjamin Wallfisch (responsable ya de la banda sonora en las exitosas Dunkerque o It) y Hans Zimmer. En principio, esa descarada influencia no es perniciosa, pero es evidente que invalida cualquier posibilidad de originalidad e innovación real. De hecho, uno de los puntos más fuertes del film, esa reflexión sobre lo que significa ser humano, esa sensación de que los seres nacidos parecen frias máquinas sin conciencia y que los replicantes parecen más humanos que sus creadores, acertadamente señalado por Gonzalo J. Gonzalvo en su crónica, ya estaba presente, y de un modo más sutil y efectivo en la vieja película que culminaba con esas imágenes épicas de la mítica escena en la que moría Roy Batty, el líder de los rebeldes Nexus 8, en una soberbia interpretación de Rutger Hauer.




Tampoco hay nada demasiado novedoso en cuanto a la recreación de los universod ideados por el escritor norteamericano Philip K. Dick (1928-1982) que  en su novela ¿Sueñan los androides con ovejas elécricas?, de 1968, fue el primero en inventar este universo en el que las máquinas reivindicarán su humanidad. Incluso la fusión genérica (serie negra policíaca + Ciencia ficción) ya había sido investigada, con éxito, por este prolífico escritor capaz de moverse en los dos géneros con soltura. El mérito de haber puesto de moda la obra de K. Dick es de Scott (junto a Hampton Fancher y David Webb Peoples, los guionistas del viejo Blade Runner) que "actualizaron" las brillantes ideas del escritor. Desde los años ochenta, muchos han utilizado sus novelas y relatos. Paul Verhoeven en Desafío total (1990), Steven Spielberg en Minority Report (2002), o desde la experimentación e independencia Richard Linklater en A Scanner Darkly (2006), han reinterpretando con libertad sus ideas, logrando películas de género muy diferentes entre sí, pero más que apreciables.




En el año 2015, K. Dick pasó a formar parte también del universo de las series. Dos, al menos, se pusieron en marcha durante ese año: Minority Report (10 episodios) y The Man in High Castleen la que Frank Spotnitz adapta una de sus mejores novelas (escrita en 1963, y que está traducida al español con el título de El hombre en el castillo). 

Resumiendo, creo que las razones para no considerar Blade Runner 2049, una obra maestra son evidentes, pero insisto en que puede y debe verse esta revisión, aunque se quede a la sombra de la película de Ridley Scott. Por cierto, algunas salas están recuperando, la versión conocida como The Final Cut (Blade Runner, el montaje del director), de 2007, la única sobre la que Ridley Scott tuvo el control artístico completo. Programarse una doble sesión con ambas, podría ser una experiencia inolvidable, pero estoy seguro  que pondría de relieve las carencias de esta reciente secuela, que a pesar de todo también recomiendo ver y disfrutar. Si fuera posible, se puede completar la sensación de inmersión (más allá del videojuego creado en 1997 y desarrollado a partir del film) con el paisaje sonoro reforzado por el sistema Atmos que ya tienen algunas salas...

Roberto Sánchez.

-Aragonia, C. Grancasa, Palafox, Puerto Venecia, Yelmo-