viernes, 24 de febrero de 2023

Los Fabelman (2022)****

 Dir: Steven Spielberg

Int: Michelle Williams, Paul Dano, Gabriel LaBelle, Seth Rogen, Judd Hirsch, Mateo Zoryon Francis-DeFord, Julia Butters, Jeannie Berlin, Oakes Fegley, David Lynch, Robin Bartlett, Gabriel Bateman, Nicolas Cantu, Sam Rechner, Chloe East, Isabelle Kusman, Jonathan Hadary, Sophia Kopera, Birdie Borria, Alina Brace, Keeley Karsten, Chandler Lovelle.


El largo idilio de Steven Spielberg con el cine.

Steven Spielberg es hoy día uno de los cineastas norteamericanos más reconocidos por público y crítica. Tiene en su haber tres Óscar y más de trescientas nominaciones desde que El diablo sobre ruedas (Duel1971). Más de sesenta trabajos fílmicos hasta llegar a The Fabelmans, en los que el director, guionista y productor (nacido en Cincinnati en 1946), ha declarado su amor por el cine en más de un largometraje. 



Ahora, a tres de cumplir ochenta años, Spielberg recurre al infalible muelle emotivo de la nostalgia para plasmar su particular declaración de amor al séptimo arte, al mismo tiempo que nos narra, su historia familiar personal, a través de los ojos de Sammy Fabelman, un niño judío con una gran creatividad.



Ambientada, tras la segunda guerra mundial, entre la década de los cincuenta y principios de los años sesenta, Los Fabelman es un filme autobiográfico sobre la infancia y adolescencia del que se convirtió en “Rey Midas de Hollywood”. Sammy Fabelman, un niño de Arizona crece influido por su una madre artista (interpretada por Michelle Williams), y su padre, de mente científica, (Paul Dano); descubre un secreto que puede destruir su familia y explora, al mismo tiempo, cómo hacer películas puede ayudarle a entender la vida y a forjar su propia personalidad.



Sammy descubre el poder de la magia del cine dirigiendo a otros chavales en una película bélica amateur, y también el poder de las imágenes para que surjan en el espectador emociones que consiguen llegar al corazón. Pero también descubre que ese poder, como los poderes de los súper héroes, también se puede utilizar para destruir y para ejercer la venganza. Esto le planteará dilemas morales, especialmente con su propia familia. 

El poder de las imágenes, y cómo ejercerlo, se convierte así en uno de los temas fundamentales que vertebran toda la historia de The Fabelmans. En títulos anteriores como E.T. El extraterrestre (1982) o A. I. Inteligencia artificial (2001), Spielberg plasmó ya otra de sus obsesiones, el anhelo de haber tenido un amigo imaginario de naturaleza fantástica o extraterrestre; hecho este que revela que la infancia del cineasta, a pesar de la presencia de su familia, estuvo marcada por cierto aislamiento protector que, sin duda alguna, fomentó su individualismo y enorme creatividad e imaginación. En ese microcosmos familiar de Los Fabelman, la parte artística (encarnada por una maravillosa Michelle Williams varias veces nominada al Óscar) gana de largo a la otra parte, la analítica y racional representada por la mente de ingeniero informático de su padre (encarnado de manera solvente por Paul Dano).



Hay en el filme, además, distintos guiños y homenajes, en especial al western y a la figura del gran cineasta John Ford (con cameo de un irreconocible David Lynch). También guiños paródicos a filmes propios, como Salvar al soldado Ryan (1998), cuyo germen bien podría haber sido el filme bélico que Sammy Fabelman realiza con ayuda de sus compañeros scouts.

The Fabelmans tiene siete nominaciones de cara a la casi inminente gala de los premios Oscar de este 2023, incluyendo la banda sonora, como siempre magnífica, del veteranísimo y archi-premiado John Williams, y el guion escrito, al alimón, por Tony Kushner y el propio Spielberg. El veterano Judd Hirsch, que encarna al tío Boris (una figura de conexión artística y apoyo claro al sueño de Sammy Fabelman de convertirse en un gran cineasta), también suena como posible ganador en la categoría de mejor actor secundario o de reparto. 

Steven Spielberg, a estas alturas, con varios Oscar ya en su haber (entre ellos, el recibido en 1994 por haber dirigido la maravillosa La lista de Schindler (1993) y por la ya citada y brillante Salvar al soldado Ryan, no es un director que tenga que ser reconocido por la academia de Hollywood. Tampoco por parte del público, que siempre responde a sus trabajos rompiendo la taquilla y convirtiendo en “blockbusters” la mayoría de sus trabajos. En cuanto a la crítica, habrá quien, dada la faceta claramente comercial de la mayoría de sus largometrajes, le pueda restar prestigio como “cineasta con sellos de autor”. Spielberg, sin embargo, siempre ha tenido claro que el séptimo arte, es también una industria rentable con la que se puede llegar a ganar mucho dinero. 

Imaginación, creatividad, una brillante y gran técnica a la hora de rodar y plasmar en la gran pantalla sus historias. Esos son los ingredientes del cóctel del éxito que, desde hace ya más de cincuenta años, lleva saboreando este gran director que, sin duda, es ya historia viva del cine. 

Ojalá el tiempo y la vida nos permita seguir disfrutando de su arte unos cuantos años más. Porque el día que se nos vaya Steven Spielberg, varias generaciones nos quedaremos huérfanos del padre de Indiana Jones, de E.T y de todos esos maravillosos seres salidos de su portentosa imaginación. Así que, larga vida al Rey Midas del celuloide.

GONZALO J. GONZALVO

Escritor y Crítico de Cine.

Steven Spielberg, el mago sigue muy vivo

Spielberg tiene 76 años y ha decidido en esta película contarnos su infancia y adolescencia. En cifras, su trayectoria es apabullante. La página IMDB (en general fiable), cuantifica sus intervenciones como cineasta en: 60 como director, 184 como productor y 27 como guionista. Además de unos rendimientos económicos muy altos que lo han convertido en "El rey Midas del Cine", hay que sumar que, en general, la crítica especializada también suele respetar y alabar algunas de sus películas más personales e intimistas. 

Confieso que yo no tenía grandes esperanzas puestas en Los Fabelman. Aunque no todas las películas de Spielberg son obras maestras, a mi, ya hace muchos años, no me cuesta reconocer que probablemente sea unos de los más importante cineastas americanos vivos. Un creador que está situado en el Olimpo exclusivo de los mejores de la historia del cine (y del audiovisual) mundial. 



Empezaba este comentario hablando de cómo Spielberg, apoyándose en Tony Kushner, un guionista de confianza con el que ha trabajado en Múnich (2005), Lincoln (2012) o su reciente revisión de West Side Story (2021), realiza un viaje a la infancia que nos permite entender la génesis de un cineasta irrepetible. Nos permite a los pocos creyentes que quedan de la "religión cine", conocer algunas de las claves que pueden motivar (o todo lo contrario) a un ser humano a convertirse en un excelso creador de historias en movimiento, un apasionado creador de mundos. Hay otra clave que incluso es convertida en frase promocional y que se repite en los carteles: "captura cada momento". 

El repaso a la infancia y adolescencia nos permite conocer el conjunto de situaciones vivenciales, en cierta medida azarosas, que explican a un creador. 



El tono sentimental del que nunca ha renegado Steven Spielberg (al que siempre ha sacado un gran rendimiento), y que en mi caso ha sido ocasionalmente un lastre para elevarlo a los altares; al contarnos la vida de su alter ego Sammy Fabelman no me ha molestado, sino todo lo contrario. Es más, me parece el más apropiado para una evocación personal que además nos explica la importancia del arte cinematográfico durante el siglo XX e inicios del XXI. Por cierto, ese encuentro con John Ford / David Lynch, es uno de esos momentos llenos de magia, pero reservado a los auténticos creyentes que lo disfrutaran doblemente. Hay muchos guiños dirigidos a ellos, y a quien haya perdido la fe, le recomiendo que vea esta película del mago Spielberg, probablemente entenderá mejor al cineasta y a sí mismo; y por qué seguimos apasionándonos por esas historias que suceden en el territorio de los sueños audiovisuales.

Roberto Sánchez.


lunes, 6 de febrero de 2023

La ballena (The Whale) (2022)***

 Dir: Darren Aronofsky

Int: Brendan Fraser, Sadie Sink, Hong Chau, Ty Simpkins, Samantha Morton, Sathya Sridharan, Jacey Sink



Aronofski regresa a las pantallas con el alter ego intelectual de El luchador.

Vaya por delante que aunque algunos de sus trabajos no me enloquecen, hay varias películas de Darren Aronofski que me parecen obras sobresalientes, entre ellas, Réquiem por un sueño (2000), El luchador (2008), filme que supuso un regreso triunfante de Mickey Rourke y Cisne negro (2010), para mí, su obra maestra hasta la fecha. Solo por esos títulos estamos, sin duda, ante un cineasta de primera línea. 

El cine de Aronofski tiene ese inconfundible marchamo de autor y, al igual que ocurre con otros creadores, hay en sus trabajos una serie de temas troncales recurrentes que sustentan la mayoría de sus películas: el dolor, la fragilidad del individuo a causa de las adicciones o de la propia enfermedad mental, el sentimiento de culpa y, sobre todo, la redención. 

Entre La ballena y El luchador hay una serie de paralelismos indudables. Ambos protagonistas, son dos adictos. Randy “The Ram” a los anabolizantes, analgésicos y otras drogas, y Charlie, (encarnado por un sobrecogedor Brendan Fraser), a la comida basura, en especial a las pizzas a domicilio y al pollo empanado y grasiento. Ambos tienen un conflicto vital y personal con sus hijas adolescentes (excelentes, en ese rol de hijas rebeldes, tanto Sadie Sink, la famosa “Max” de “Stranger Things”, como Evan Rachel Wood, en los papeles respectivos de Ellie, la hija adolescente de Charly, y Stephanie, la combativa hija de Randy), y los dos buscan, por encima de todo, el perdón y la redención. 



Charlie (Fraser), es un profesor de inglés que, tras una importante pérdida personal, ha entrado en una espiral de autodestrucción a través de la ingesta descontrolada de comida. Randy “The Ram” buscaba el dolor de las peleas de lucha libre como vehículo para purgar sus culpas y alcanzarla. En el caso de Charlie, el dolor viene dado por sus muchas limitaciones físicas y su elevadísimo peso. Ambos ponen a su organismo al límite de lo soportable. Lo que diferencia fundamentalmente a Charlie de Randy, es, no solo la fuerza física, sino su carácter intelectual. Se podría decir que Charlie (la ballena) es un “alter ego” de Randy “The Ram” y, aunque son personas diferentes, en lo sustancial son muy parecidos. 




Hay en La ballena una realidad descarnada que hace que Brendan Fraser se luzca con un papel en el que ha entrado de lleno en la quiniela de los Oscar de este año. La actriz tailandesa Hong Chau, que encarna a Liz, la enfermera y amiga que cuida de Charlie, también está nominada como mejor actriz secundaria. 

Aunque Fraser transmite, a través de su personaje, lástima y ternura a partes iguales, en algunas escenas, su personaje (engordado a través de efectos especiales de maquillaje y prótesis especiales) raya en lo grotesco, y se echa en falta algo más de sutilidad y menos complacencia en lo desagradable del personaje. Quizá no hubiera sido necesario engordar tanto con efectos a su protagonista, y eso lo hubiese dotado de más humanidad y menos artificio. No hace falta aparentar trescientos kilos para hacer creíble al personaje.

Con guion de Samuel D. Hunter, el propio autor de la novela en la que se basa la película, The Whale es también una metáfora y un guiño a esa búsqueda enfermiza, rayando en la locura, de ese “Capitán Ahab” en busca de la ballena blanca asesina. Un “Moby Dick” que, como en la novela de Herman Melville, en el fondo, no es otra cosa que el símbolo de sus propias inseguridades, obsesiones y miedos. En ese sentido, Charly es, al mismo tiempo, Ahab y la ballena, y ambos intentan exterminarse, por lo que solo cabe un desenlace a ese terrible conflicto interno. 

Para mí, La ballena no estaría entre los mejores filmes de Aronofski, aunque el trabajo de Fraser es realmente impactante, y es de esos papeles que gustan a los académicos de Hollywood, así que es bastante posible que se lleve a casa la dorada y codiciada estatuilla de este año, aunque antes tendrá que batirse el cobre con el maravilloso “Elvis” encarnado por Austin Butler, y también con Colin Farrell, Paul Mescal y Bill Nighty. 

La ballena, tras su visionado, deja en el espectador la sensación (al menos a mí me pasó claramente) de que podría haber sido aún una película mucho mejor. En El luchador, encontramos en el personaje protagonista muchos más matices y aristas, pues el Randy construido por Rourke es mucho más poliédrico y magnético y atrapa al espectador con mucha más fuerza. Fraser convence, pero su personaje le marca quizá demasiados límites. Con Randy “The Ram”, el espectador empatiza desde el principio hasta el final, cosa que no ocurre con el obeso Charly. A pesar de ello, Darren Aronofski, sigue siendo un cineasta muy a considerar, y habrá que estar atentos a Adrift, un filme de terror que va a protagonizar el oscarizado Jared Leto, con dirección y guion del propio Aronofski y de Luke Dawson (con el que Aronofski ya colaboró en Pi, fe en el caos (1998), y basado en una obra de Koji Suzuki, autor de las estupendas novelas The Ring (1991) y Dark Water (1996), con varias adaptaciones cinematográficas.

GONZALO J. GONZALVO

Escritor y Crítico de Cine

jueves, 2 de febrero de 2023

El “Hollywood Babilonia” de Damien Chazelle. Por Gonzalo J. Gonzalvo


No cabe duda de que la obra Hollywood Babylon (editada por Tusquets en España en 1985) escrita allá 
por 1959 por el polémico cineasta y escritor Kenneth Anger, estaba bien presente en la mente del joven cineasta Damien Chazelle a la hora de elaborar su personal Babylon, uno de los estrenos más potentes del nuevo año 2023.




Chazelle impresionó favorablemente a crítica y público con la, para mí, excelente, Whiplash (2014). Un filme vibrante, con el jazz como telón de fondo, surgido de un cortometraje de homónimo título premiado en el festival de Sundance un año antes. En 2016 llegó otro importante éxito internacional para él con La La Land, película en la que Chazelle dejaba bien patente su pasión por el musical y por las historias ambientadas en Hollywood, esa controvertida y cruel fábrica de sueños, en su mayoría rotos en mil pedazos.



Babylon comienza, como decía Cecil B. DeMille (sin duda, otro referente para el filme), como un verdadero terremoto que hace temblar el patio de butacas de la sala de cine. Un verdadero alarde técnico de imágenes y música tan arrasador que desborda al espectador, que intenta hacer malabares para absorberlo todo de un modo imposible. Con ese comienzo, Chazelle ya está transmitiendo al espectador ese sentimiento de frustración e imposibilidad de alcanzarlo todo en el que viven permanentemente atrapados los protagonistas del filme, un universo de personajes y personajillos múltiple y diverso que se mueven alocadamente en torno a la fama y el dinero como una polilla alrededor de un brillante foco. El éxito, al precio que haya que pagar, es la única meta posible. El fracaso no es una opción. Esa manera del cineasta norteamericano de atrapar al espectador, desde el momento uno, es una jugada muy inteligente, aunque luego, a lo largo de su extenso metraje, Babylon tenga sus altos y bajos, como esa “montaña rusa” cinematográfica que es.




Chazelle nos atrapa con esas fiestas tremebundas y orgiásticas, mostrando rodajes en los que convierte al espectador, de nuevo, en testigo de primera mano de los desmanes y artilugios que caracterizan a la maquinaria de la industria de los sueños. Nos pone, en todo momento, en la fila uno de la sala, y nos sumerge en un hipnótico cóctel de alcohol y música de jazz con una prodigiosa banda sonora de Justin Hurwitz.




Margot Robbie y Brad Pitt, bien acompañados por el actor mexicano Diego Calva, se convierten, por derecho propio, en maestros de ceremonia de esta desmedida bacanal de ambiciones y excesos que conforma Babylon, a lo largo de sus tres horas de metraje (algo excesivo). El elenco de secundarios para componer personajes peculiares es interminable, destacando nombres como Toby Maguire (que encarna al depravado gánster James McKay), Eric Roberts o Joe Dallesandro.




Babylon es, sin duda, un filme polémico, de esos que tienen la facultad tanto de fascinar como de repugnar al espectador. También la crítica, en este caso, se ha mostrado dividida. En mi caso, a pesar de sus puntos débiles (no estamos ante la obra maestra de Chazelle), me parece un trabajo espectacular, fascinante a nivel visual y musical, tan excesivo como hipnótico.

Babylon es, además, aunque de un modo algo “retorcido”, la particular declaración de amor al cine de Chazelle, un arte y una industria que arrastra sus virtudes y también todas sus miserias. En este sentido, Manny Torres (Diego Calva), encarna a una especie de “Totó” adulto que, además, como inmigrante mexicano consigue alcanzar el duro y difícil sueño americano del éxito. 

Es posible que Babylon se hubiera podido contar con media hora menos de metraje. Hay más de una escena complaciente y excesivamente larga, y algunas otras truculentas e incluso desagradables, pero aún con eso y con todo, Babylon se configura como un filme colosal, que porta el sello indiscutible de la personalidad de un joven y brillante cineasta, Damien Chazelle que, estoy seguro, nos va a regalar en el futuro, a todos los que amamos el cine, trabajos muy interesantes. 

Es probable que, con el tiempo, Babylon se convierta en una obra de culto. También es posible que quede como un trabajo más dentro de la filmografía de su creador o que incluso llegue a formar parte del olvido en un mundo que devora todo, de forma instantánea, cada vez más deprisa. De lo que no cabe duda, es que todos aquellos que acudan a las salas a disfrutar de este espectáculo fílmico, quedarán impactados, para bien o para mal. 

Y es que Babylon es de esas obras que no dejan indiferente al espectador, y eso, hoy día, ya es decir mucho.

GONZALO J. GONZALVO

Escritor y Crítico de Cine