martes, 21 de abril de 2020

El hoyo (2019)****

Dir: Galder Gaztelu-Urrutia
Int: Ivan Massagué, Zorion Eguileor, Antonia San Juan, Emilio Buale, Alexandra Masangkay, Zihara Llana, Mario Pardo, Algis Arlauskas, Txubio Fernández de Jáuregui, Eric Goode, Óscar Oliver, Chema TrujilloMiriam Martín, Gorka Zufiaurre, Miriam K. Martxante, Miren Gaztañaga, Braulio Cortés, Javier Mediavilla Álvaro Orellana, Juan Dopico, Lian Xu Shao.

Ahora mismo, en tiempos de confinamiento, esta película está siendo todo un éxito en Netflix. Antes, ya había logrado premios en Sitges, Sundance y Toronto. 

Curiosamente fue una de las últimas que pude ver en una sala de cine, en un tiempo que ya me parece muy remoto. Es, en realidad, el primer largometraje del vizcaino Galder Gaztelu-Urrutia, que sólo tenía, en el campo de la dirección cinematográfica, dos cortometrajes anteriores: 913 (2004) y La casa del lago (2011), en su cine demuestra su pasión por las distopías, esas visiones un tanto pesimistas (ahora habría que decir naturalistas) de lo que puede deparar el futuro. Más larga es su trayectoria y experiencia en la producción cinematográfica y televisiva, así como en la publicidad. Quiero destacar su participación en la excelente y descarnada película de animación Psiconautas, los niños olvidados (2015) de Pedro Rivero y Alberto Vázquez, en la que fue uno de los supervisores de postproducción.




Precisamente uno de sus directores, Pedro Rivero, ha guionizado, junto a David Desola (el autor de la historia de la que parte El hoyo), este primer largometraje de Galder Gaztelu Urrutia. Algunas de las premisas de esta nueva distopía son:  

-Una "prisión" vertical con una celda por nivel.  
-Dos personas por celda.  
-Una sola plataforma de alimentos  
-Dos minutos por día para poder alimentarse antes de que descienda al siguiente nivel. 




Inevitablemente te vienen a la cabeza algunos referentes que han podido ayudar a configurar este universo de pesadilla, como La divina comedia de Dante, El ángel exterminador de Don Luis, las Delicatessen de Jeunet y Caro, el Blade Runner de Ridley Scott , o el Taxi Driver  del maestro Scorsese. Además, en la propia historia se cita directamente al Quijote, y de hecho algunos rasgos físicos y psicológicos de sus protagonistas son recreaciones distópicas de los arquetipos cervantinos. Goreng (Ivan Massagué), sería Don Quijote, y Trimagasi (Zorion Eguileor), Sancho.  Por cierto, el trabajo de estos actores es soberbio, de lo mejor que yo he visto en mucho tiempo; y el resto del reparto (por pequeño que sea su cometido) no está a la zaga...




Los autores han querido potenciar diferentes lecturas metafóricas y han dejado abierto el desenlace. Pero lo que parece más que evidente es su feroz crítica al sistema capitalista y salvajemente consumista que ha regido nuestras vidas (y que a pesar de la catástrofe global que estamos sufriendo parece no ponerse en duda en cuanto a su eficacia). Este extraño mundo, diseñado en forma de estructura vertical que parece comunicar "cielo" e "infierno" se parece demasiado al nuestro. En él, no se sabe muy bien si por inducción o de un modo más "natural", se desata la rebelión que comanda y planifica Goreng, con la ayuda de una serie de personajes que la secundan. Llama la atención que los agentes de la "revolución" sean un intelectual (Goreng) y que entre sus aliados estén un negro llamado Beharat (Emilio Buale), sustentado en la sabiduría del Sr. Brambang (Eric Goode) y su teoría de la "panacota", también negro, y el impulso de Goreng-Quijote, y Miharu (Alexandra Masangkay), una mujer con rasgos asiáticos, que sobrevive a costa de lo que sea  y busca a Mali (Zihara Llana), su hija. Este personaje, simboliza el esfuerzo salvaje por la supervivencia en un medio hostil y terrible, especialmente para las mujeres. Esa hija, y el papel que jugará en el desenlace, sí que es uno de los elementos argumentales intencionadamente disonantes que forman parte de ese final abierto a la interpretación y que más de uno valorará negativamente...





Desde un punto de vista formal, Gaztelu-Urrutia ha sido capaz de convencernos de la realidad de este mundo de pesadilla. Contribuyen a ello la fotografía de Jon D. Domínguez, la música de Aránzazu Calleja, la espectacular dirección artística de Azegiñe Urigoitia, más los efectos especiales y de sonido (no cito a los responsables, pero sería bueno que los identificaran en la ficha técnica de la película). Si en algo no quedan dudas de la calidad de esta ópera prima, es en su factura técnica.




Quizás no sea la mejor película para olvidarse de dónde estamos y por qué, pero se la recomiendo con entusiasmo (y de esto último, ya no me queda demasiado).

Roberto Sánchez

2 comentarios:

FANTAS dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
FANTAS dijo...

Efectivamente, el delirio que convence a Don Quijote de ser el elegido para llevar la justicia a ese mundo de egoísmo y ceguera es compartido con el protagonista de esta película, cada uno busca sus métodos para alcanzar un sentido en su vida, pero la necesidad de sobrevivir físicamente y comer parece tan básica como la que ahora nos permite salir a la calle solo a comprar comida.