domingo, 8 de abril de 2018

El justiciero (Death Wish, 2018)***

Dir: Eli Roth
Int: Bruce Willis, Vincent D'Onofrio, Elisabeth Shue, Dean Norris, Kimberly Elise, Beau Knapp, Mike Epps, Jack Kesy, Ronnie Gene Blevins, Ian Matthews, Melantha Blackthorne, Nathaly Thibault, Alex Zelenka, Sway, Dawn Ford


Bruce Willis versus Charles Bronson      


El revival del cine de los setenta y ochenta (en especial si hablamos del thriller de acción y del cine Neo Noir), es más que patente. Ello da lugar a numerosos trabajos fílmicos con aroma evocador de estas décadas prodigiosas del cine policíaco y, también, a los inevitables remakes de filmes que en su momento rompieron las taquillas y se convirtieron además en películas de culto, como Harry el sucio (Dirty Harry, de Don Siegel, 1971), Fríamente, sin motivos personales (The Mechanic, de Michael Winner, 1972) o la ya mítica El justiciero de la ciudad (Death Wish, de Michael Winner, 1974), estas dos últimas protagonizadas por Charles Bronson en su década gloriosa y si lo dudan, valoren este listado de películas que protagonizó sin pestañear un ápice: América violenta (The Stone Killer, de Michael Winner, 1973), Teléfono (Telefon, de Don Siegel, 1977),  Chato el apache (Chato´s Land, de Michael Winner, 1972), etc. 




En este caso hablamos de El justiciero de la ciudad, filme basado en la novela de Brian Gardfield que, debido a su éxito comercial, dio lugar a tres entregas más: Death Wish 2, 3 y 4 (todo aquel que desee ampliar información sobre este cine policíaco puede consultar mi libro especializado Balas, sirenas, patillas y jazz: las décadas del Neo Noir”, Ed. Vivelibro, 2016).

En la versión original de 1974, Bronson encarnaba a un arquitecto, buen profesional y amante padre y esposo que, de repente, ve cercenada su  vida cuando una banda de delincuentes asalta su casa y termina con la vida de su mujer, dejando a la hija en un estado vegetativo. En este remake de 2018 dirigido por Eli Roth, director caracterizado por algunos títulos salvajes dentro del terror como la saga Hostel (2005-2007) o Infierno verde (2013), Kersey ejerce como cirujano en lugar de arquitecto, lo que da lugar a una implicación mayor del personaje en el acto trágico ocurrido a su familia, que llegan a urgencias gravemente heridos cuando él está aún de servicio. Su pericia para curar heridas, así como para ejercer daño en la anatomía humana y saber dónde duele más, va a dar un juego añadido con el personaje en este aspecto. 



El humor socarrón y la ironía característica de los personajes duros encarnados por Willis (sin duda uno de los duros del cine de acción de los ochenta y noventa), amén de su pericia como actor (menos hierático y tosco que Bronson), compiten contra un Paul Kersey que, sin embargo, resiste inalterable al paso del tiempo como uno de los mejores y más duros justicieros urbanos del cine de los 70 y 80. Y es que en El justiciero de la ciudad, de 1974, Charles Bronson demuestra por qué era uno de los más duros de Hollywood junto con Lee Marvin y James Coburn en aquellas décadas doradas del thriller policíaco y de acción (con títulos como A quemarropa, Código del hampa, Taxi Driver, Harry el sucio o El Padrino). Su rostro pétreo y tallado a cuchillo y su firme determinación para ejercer de vigilante urbano y “limpiar” las podridas calles neoyorquinas de delincuentes conforman para Bronson un papel a su medida. 

Ni el original de 1974 ni éste de 2018 están exentos de ciertos momentos de humor y parodia del propio personaje de Kersey como vigilante-justiciero, aunque el ambiente gris y ominoso del Nueva York de los años setenta, nada tiene que ver con el del actual Chicago, una ciudad que, aunque pueda tener su índice de delincuencia, parece de postal si la comparamos con esas calles y parques neoyorquinos poblados de yonquis, navajeros, camellos y bandas callejeras extremadamente violentas que campaban a sus anchas en los convulsos años setenta del “Sexo, Droga y Rock&Roll”. 

El Death Wish de 1974 se estrenó el 24 de julio y, con un presupuesto de 3 millones de dólares, recaudó 22 sólo en USA. En Alemania del Este fue un auténtico fenómeno de taquilla (3,6 millones de dólares de la época). La  excepcional fotografía terrosa y granulosa del veterano Arthur J. Ornitz (que también trabajó con Sidney Lumet) y la electrizante banda sonora de Herbie Hancock, dotaban al filme original de un ambiente inquietante y pesadillesco que lo impregnaba de principio a fin. Quizá sea esto de lo que más adolece esta nueva versión (digna y entretenida), que funciona como un buen filme de acción, correcto y con un Bruce Willis que cumple con su papel (como no podía ser menos). 



Digamos que El justiciero de la ciudad de 1974 se hizo en su momento ideal y refleja también unas ciudades y una sociedad convulsa por las drogas, la delincuencia y las consecuencias de la guerra de Vietnam que son, tanto cronológica como social y políticamente, irrepetibles. Quizá la política dura de Richard Nixon con su máxima “Ley y Orden”, posea algunas coincidencias con la actual política de mano dura de Trump. En ese sentido, este Death Wish de 2018 ejerce una mayor dosis de crítica social en el aspecto puntual del bajo control y facilidad de acceso a las armas de la sociedad norteamericana, pero sin profundizar tampoco demasiado en esa guerra interna que afecta a la seguridad personal de los estadounidenses de una manera alarmante, y no precisamente porque la delincuencia sea mayor ahora en ciudades como Nueva York, Chicago o Los Ángeles que en los años setenta. Sin duda ahora estas metrópolis son mucho mas seguras que entonces a pesar de sus problemas. 

Si les gusta el cine de acción, desean comparar por curiosidad o nostalgia ambas versiones, o simplemente aman el thriller y el policíaco de los 60, 70 y 80, pasarán un buen rato con el duro de Willis emulando al Charles Bronson de los setenta. Si tienen en un altar la versión original de 1974, así como su potente secuela Death Wish 2: Yo soy la justicia (de Michael Winner, 1981) no quedarán demasiado satisfechos con la comparación, pero seguro que esbozan unas sonrisas tan socarronas como las de Bruce Willis y Charles Bronson en ese plano final en el que, con los dedos, dan forma a una pistola, apuntan a un macarra, guiñan un ojo, disparan con la boca y lo fulminan...Imaginariamente claro.


Gonzalo J. Gonzalvo              

-Aragonia, Palafox, Puerto Venecia, Yelmo- 

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