martes, 27 de septiembre de 2016

El hombre de las mil caras (2016)***

Dir: Alberto Rodríguez

Int: Eduard Fernández, José Coronado, Carlos Santos, Marta Etura, Emilio Gutiérrez Caba, Luis Callejo, Tomás del Estal, Israel Elejalde, Pedro Casablanc.


El guión de Alberto Rodríguez y Rafael Cobos toma como punto de partida el libro Paesa, el espía de las mil caras del periodista de investigación Manuel Cerdán, que fue el primero en organizar y hasta cierto punto dramatizar las informaciones, entrevistas directas y datos que tenía sobre el personaje. Francisco Paesa (Eduard Fernández), ex agente secreto del gobierno español, responsable de la operación contra ETA más importante de la historia, se ve envuelto en un caso de extorsión en plena crisis de los GAL y tiene que huir del país. Cuando regresa años después está arruinado. En tales circunstancias, recibe la visita de Luis Roldán (Carlos Santos), ex Director General de la Guardia Civil, y de su mujer Nieves Fernández Puerto (Marta Etura), que le ofrecen un millón de dólares si les ayuda a salvar 1.500 millones de pesetas sustraídos al erario público. Paesa ve entonces la oportunidad de vengarse del gobierno español, llevando a cabo una magistral operación con la colaboración de su inseparable amigo Jesús Camoes (José Coronado). 




En los últimos años el thriller español está logrando cotas de calidad no esperadas. El mismo Alberto Rodríguez ya nos ofreció recientemente la estupenda La isla mínima (2014), y el actor José Coronado, parece haberse especializado en este género, en ocasiones de gran pureza, otras veces trufado de elementos políticos y de reconstrucción histórica de los momentos más oscuros y tortuosos de nuestro reciente pasado, con intervenciones afortunadas en películas como La caja 507 (2002, de Enrique Urbizu), El lobo (2004, de Miguel Courtois), GAL (2006,de Miguel Courtois), No habrá paz para los malvados (2011, de Enrique Urbizu), o Cien años de perdón (2016, de Daniel Calparsoro). Coronado repite aquí, con un personaje, aparentemente secundario, pero que, en realidad, es el principal narrador y el  intermediario adecuado para aproximarnos al personaje de Francisco Paesa, asimilado con maestría por uno de nuestros mejores actores: Eduard Fernández, reciente ganador de la Concha de Oro del Festival de San Sebastián, precisamente por este trabajo.  

Alberto Rodríguez, en la dirección, logra llevarnos por los vericuetos de la tupida red de engaños, construida por Paesa, un hábil manipulador que se encontró con la posibilidad de manejar el dinero robado por el corrupto Luis Roldán, uno de los personajes más deplorables y lamentables de la política española. Unos servicios secretos, que con personajes como este Paesa, estaban demostrando que los límites entre la delincuencia, las mafias internacionales y los propios servicios de ¿inteligencia?, eran estrechos, casi inexistentes. La extorsión, el robo, el asesinato y otros muchos delitos son perpetrados o encargados por Paesa, escapando de la justicia, jugando con ella y con los responsables políticos en una partida que ganó, en realidad, a la democracia. 




Seguramente su manera de actuar, no está tan alejada a la de otros espías internacionales (de hecho el cine de género norteamericano viene viviendo de situaciones parecidas desde siempre), pero sorprende lo bien que  ha sabido reconstruirlo el director sevillano Alberto Rodríguez, adaptándose a la información que conocemos del personaje y sus andanzas. Con todo, la necesaria trayectoria por enormes apartamentos, pisos semiocultos en grandes bloques residenciales, despachos e interiores, produce alguna ruptura y reiteración quizás innecesarias en el, por otra parte, medido ritmo narrativo. 

En un thriller de espías, de tramas internacionales, con gigantescas estafas y embustes, es fundamental detenerse un momento en el juego lingüístico. Desde el punto de vista de las lenguas es un periodo en el que los medios sociales cosmopolitas españoles, en este caso los políticos de alto cargo y espías, tenían el francés como lengua extranjera imprescindible. 

La acción transcurre a lo largo de 1995 son los últimos años en los que el francés sigue siendo, al menos en Europa, la lengua de las relaciones internacionales.

El "casi abogado" italiano nos da el contrapunto cómico que no podía faltar cuando españoles e italianos se comunican entre sí en francés, los matices del bilingüismo pasan totalmente desapercibidos en este guión, dada la facilidad con la que se supone que se puede suplantar la identidad de pertenecer a otra lengua y cultura. Aspecto que no puede dejar de sorprendernos, de hecho así acaba la película con un «-Je ne suis pas Paco!», cuando es reconocido por un periodista al día siguiente de haber prescrito el delito. Esa era la solución para Paesa o Roldán, usurpar una personalidad extranjera, quizás francesa, tener una nueva vida y desde luego no volver a "su España".




También es de destacar la insistencia en recordarnos el origen aragonés de Roldán, con todos los tópicos que le acompañan, el supuesto de fidelidad, honradez, sinceridad, traicionados por un personaje que se esfuerza por estar a la altura de las circunstancias. Con evidente ironía, es el más caricaturizado y ridiculizado.

Siendo una película de temática política, recordaremos que aquellos principios de los noventa fueron en España tiempos de optimismo económico social y político, y también la época en la que ganar grandes fortunas o ascender en la escala social parecía posible. Fue una época en la que se hicieron más explícitos los chanchullos de un PSOE que repetía legislatura con un Felipe González que ya no respondía a las necesidades y cambios de los tiempos. 

La oportunidad política y social del estreno de esta película, precisamente ahora cuando el 
Partido Popular (más corrupto que nunca, pero con el apoyo de los votos fidelizados) y el Partido Socialista (en evidente refriega interna, y contra la otra izquierda), vuelven a estar constantemente en el punto de mira, es posible que contribuya a su éxito en taquilla. En todo caso, esta película, nos da materia abundante para la reflexión, más allá de unas virtudes cinematográficas que no le faltan...


Roberto Sánchez
Antonia Bordonada

-Aragonia, C. Grancasa, Palafox, Puerto Venecia, Yelmo-

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