Dir:
Carlos Saura
Int:
Sara Baras, Ara Malikian, Giovanni Sollima, Miguel Ángel Remiro,
Valeriano “Nani” Paños Segao, Amador Castilla, David Lagos,
Carmen París, María Mazzotta, Israel Fernández, Nacho del Río,
Manuel Adamo, Miguel Ángel Berna, Enrike Solinis, Francesco
Loccisano, Laura Tajada, Carlos Núñez.
El
propio Saura, presentando su película, ha dejado claro que era su
visión personal de la jota, ese baile y canto que define Aragón,
pero que no le pertenece en exclusiva. En otros lugares de España,
de Europa y del Mundo se ha reinterpretado, incluso se ha modernizado
y fusionado con otras danzas y formas musicales. Esta película no es
para los puristas, cómo no lo fueron sus memorables visiones sobre
el flamenco, el fado o el folclore argentino. Esta película es el
necesario homenaje que el maestro Saura rinde a un estilo musical que
remite a sus orígenes y es, además, una oportunidad para muchos de
los músicos, danzarines y creadores aragoneses que han formado parte
de esta nueva aportación al género musical reinventado por Saura a partir de Bodas de sangre (1981), todo un modo de penetrar en la
danza y la música, haciendo partícipe a la cámara, la iluminación y al montaje de
una suerte de coreografía que vibra y que respira al unísono con
sus intérpretes.
La
pasión de Saura por la música posiblemente nació en su infancia
(algo influyó el oficio de su madre pianista), incluso,
como el mismo confiesa, intentó dedicarse a la danza, pero parece
que afortunadamente su torpeza en esa disciplina nos permitió ganar
a uno de los mejores cineastas que ha dado Aragón y España.
La
dirección artística del propio Carlos Saura, la fotografía de Paco
Belda, el montaje de Carlos Saura Medrano, y las actuaciones, entre
otros, de Sara
Baras, Ara Malikian, Giovanni Sollima, Miguel Ángel Remiro,
Valeriano “Nani” Paños Segao, Amador Castilla, David Lagos,
Carmen París, María Mazzotta, Israel Fernández, Nacho del Río,
Manuel Adamo, Miguel Ángel Berna, Enrike Solinis, Francesco
Loccisano, Laura Tajada o Carlos Núñez, han dado
como resultado otra apreciable aportación al género musical, en la personal versión de Carlos Saura. Un estilo y una forma de hacer que
siempre ha tenido en España una dudosa aceptación, pero que
generalmente siempre ha sido muy bien aceptado fuera de nuestras
fronteras.
Carlos
Saura y los números musicales por él escogidos ejemplifican su
visión amplia, marcada por la fusión y la mezcla, como ya ocurriera
con el flamenco, y en la que caben reinterpretaciones desde la música
popular gallega, italiana, andaluza, desde el jazz (Carmen París), y desde la
clásica (magnífico Ara Malikian interpretando una pieza de
Sarasate).
Hay,
además, sentidos homenajes a José Antonio Labordeta, con imágenes
de archivo de la Guerra Civil y a la figura de Goya, reutilizando
imágenes de su película Goya en Burdeos (1999). En los dos casos, y
aunque hay auténtica emoción en su concepción y resultados, el
encaje con el resto de números musicales es muy discutible.
Precisamente en la libertad alcanzada por Saura en sus últimas
apuestas musicales, abandonando por completo cualquier anécdota
argumental, está el mayor problema de esta película que de todos modos puede disfrutarse a poco que te sientas atraído por la buena
música y la danza.
En
el apartado más estricto de la coreografía hay que decir que el
mayor responsable ha sido Miguel Ángel Berna, otro arriesgado
creador que ha fusionado con maestría la jota, el flamenco, el
ballet clásico y la danza contemporánea. De hecho, uno de los
momentos más memorables de la película se produce en el
“enfrentamiento” entre Sara Baras y el mismo Berna, que
interpretan en paralelo una jota, fusionándose a la perfección con
el flamenco, y logrando una magia muy especial, repleta de buen gusto
y sensibilidad.
En
Aragón, precisamente, es posible que Saura siga siendo un tanto
incomprendido después de esta interpretación tan peculiar, pero hay
que decir que nos faltaba su visión sobre La Jota, y que se ha
mantenido fiel a sus criterios artísticos. Quizás no sea la mejor
película musical de Saura, pero de ningún modo deberían dejar de
verla y de sentirla...
Roberto
Sánchez.
-Aragonia,
Cervantes-
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