Dir:
Terence Davies
Int:
Cynthia Nixon, Emma
Bell, Jennifer Ehle, Duncan Duff, Keith
Carradine, Jodhi May, Joanna Bacon, Catherine
Bailey, , Benjamin Wainwright, Annette Badland, Rose
Williams, Noémie Schellens, Miles Richardson, Eric
Loren, Stefan Menaul.
Terence Davies ha sido capaz de acercarse a la compleja personalidad de esta mujer del siglo XIX que decidió interiorizar su existencia y sublimarla en unos versos de gran belleza y sensibilidad que serían conocidos en toda su amplitud muchos años después de su muerte. La película ahonda con sensibilidad en una mujer que pasó los últimos años de su vida encerrada en su casa por propia voluntad, contactando casi exclusivamente por carta. Sus poemas completos fueron publicados inicialmente en 1890, pero con serias alteraciones por parte de los editores (Thomas Wentworth Higginson y Mabel Loomis Todd) y hubo que esperar a que Thomas H. Johnson, en 1956, nos ofreciera una edición sin alteraciones que hizo todavía más evidente la modernidad y calidad de esta poetisa norteamericana.
Davies, con una sensibilidad y fidelidad exquisitas, nos retrata el ambiente social (de verdad se ha filmado en su casa de Amherts) y familiar, apoyándose en una cuidada planificación y en una delicada fotografía (obra del alemán Florian Hoffmeister). Además, era fundamental contar con actores de una gran capacidad para construir la personalidad de Emily. Utiliza a dos actrices, Emma Bell y Cynthia Nixon, cayendo el mayor peso en la segunda, que la incorpora en sus años de madurez con una pasión brillante e hipnótica. Nos resulta fácil pensar que Emily Dickinson fue tal como nos la describen Cynthia Nixon, la actriz, y Terence Davies, el director y guionista.
Técnicamente
hay algunos aciertos deslumbrantes como los trucajes digitales que
permiten presenciar a la familia de Emily Dickinson, y a ella misma,
“envejeciendo” en una sesión fotográfica que transmite con
eficacia esa magia que tiene el cine para nevegar sin límites
aparentes por las épocas y vidas del pasado, para conmovernos con su
transcurrir comprimido en la cápsula del tiempo fílmico.
Los
poemas de la Dickinson, acompañan en todo momento la acción (y la
vida) de la protagonista, las canciones, los himnos, la música (interpretada por la Filarmónica de Bruselas) acompasan y
destacan con sutileza y belleza todos los momentos del film que, por
otra parte, no rehuyen mostrar la dureza de la Guerra Civil mediante
imágenes poderosas, a modo de instantáneas del desastre y la
muerte, ni mostrarnos las convulsiones y el dolor de la protagonista
en una enfermedad que la llevará a la muerte.
Muerte
y eternidad, obsesiones en la poética de Emily Dickinson, presentes
en un filme de Terence Davies que logra estar a la altura de los
versos de su retratada.
Roberto
Sánchez.
-Aragonia-
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