Dir: Angelina Jolie
Int: Jack O'Connell, Domhnall Gleeson, Garrett Hedlund, Jai Courtney, Takamasa Ishihara 'Miyavi', Alex Russell, C.J. Valleroy, John D'Leo, Luke Treadaway, Spencer Lofranco, Finn Wittrock, John Magaro.
Narra la historia real de Louis Zamperini, que tras participar en los Juegos Olímpicos de 1936, se alistó en las Fuerzas Aéreas de los Estados Unidos para luchar en la Segunda Guerra Mundial (1939-1945). El bombardero de cuya tripulación formaba parte se estrelló, durante una misión de rescate, en el Pacífico. Después de sobrevivir al choque, también lo hizo en un bote salvavidas, navegando a la deriva hasta que fue capturado por los japoneses. Cuatro de los mejores guionistas norteamericanos (Joel Coen, Ethan Coen, Richard LaGravanese y William Nicholson) han intentado transformar, sin éxito, el libro de Laura Hillenbrand, basado en la historia verídica de Louis Zamperini (Jack O´Connell). La conocida actriz Angelina Jolie ya había dirigido anteriormente En tierra de sangre y miel (2011) y el documental A Place in Time (2007). Parece que Angelina Jolie, en su faceta como realizadora, y en sus últimos trabajos como actriz, busca incansablemente historias de superación personal, modelos de conducta, ante situaciones límite. A pesar de la dureza (explícita, en muchos casos) y del esforzado trabajo del joven actor inglés Jack O´Connell, la película carece de personalidad y transmite un mensaje bastante confuso. Que no deja de emborronarse cuando en los últimos momentos (explicado con brevedad y torpeza) se nos explica como Zamperini terminó por aproximarse a la fe religiosa. En su estancia en los campos de prisioneros japoneses tuvo que enfrentarse al insidioso Watanabe (Takamasa Ishihara), un personaje cruel, que hizo todo lo posible por doblegar al infatigable Louis Zamperini...También al final, se nos explica que este criminal de guerra nunca fue juzgado, pero se expone esta idea de modo superficial, como queriendo evitarla. Al final, después de contemplar las terribles torturas que nuestro protagonista tuvo que superar y de sentirnos afectados inevitablemente por lo que nos obligan a contemplar, la conclusión es plana, fría, distante y decepcionante...La única reflexión que yo terminé por hacerme, después de comprobar el sadismo de personajes como Watanabe, es: ¿por qué los criminales de guerra japoneses (que ya venían haciendo de las suyas desde la masacre de Nankín, en 1937) nunca fueron juzgados, al menos al mismo nivel que los alemanes en Nüremberg...?
RS.
-Aragonia, C. Grancasa, Palafox, Puerto Venecia, Yelmo-
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