lunes, 3 de febrero de 2025

The Brutalist (2024)*****

Dir: Brady Corbet

Int: Adrien Brody, Felicity Jones, Guy Pearce, Joe Alwyn, Raffey Cassidy, Stacy Martin, Isaach de Bankole, Alessandro Nivola, Emma Laird, Jonathan Hyde, Jaymes Butler, Peter Polycarpou, Jeremy Wheeler, Matt Devere, Stephen Saracco, Robert Jackson, Zephan Hanson Amissah.


El regreso del cine con mayúsculas en 70 mm

El arte, entre sus curiosas propiedades, se crea, se transforma y, por desgracia, también puede ser destruido. La energía creativa logra, en ocasiones, obras que, en el caso del Séptimo Arte y, más concretamente, en el caso de The Brutalist (2024), desde los primeros minutos de proyección, transmiten a los que ya hemos visto mucho cine y desarrollamos el hermoso oficio de escribir sobre él, la sensación de que estamos ante una obra, si no maestra, sí extremadamente brillante. Si, además, dicha proyección, se realiza en versión original, en una sala con pantalla gigante panorámica, y en el, olvidado ya por muchos espectadores, formato de celuloide en 70 mm (rodada en 16 y 35 mm y pasada a 70) y en VistaVisión, esa misma sensación se refuerza en cada nueva escena, en cada fotograma, porque el cineasta está además mostrando su plena declaración de amor al cine; a ese gran cine clásico que tantas obras maestras nos ha legado a lo largo de la historia.


Brady Corbet, tiene unos escasos 36 años, es actor, y además el director de The Brutalist con el que firma 
su cuarto trabajo fílmico importante, tras haber realizado anteriormente diversos cortometrajes e interesantes trabajos como La infancia de un líder (2015), Vox, Lux: el precio de la fama (2018) y la serie The Crowded Room (2023), en la que coincidió con la cineasta noruega, actual pareja, y también guionista, Mona Fastvold, que ha elaborado junto a Corbet, el sólido guion de The Brutalist

Con este monumental largometraje, el joven cineasta norteamericano parece haber dado con la piedra filosofal para construir (nunca mejor dicho) la arquitectura de un filme que, estoy seguro, estará entre los mejores de esta segunda década del siglo XXI. 

Todos los engranajes de The Brutalist confluyen en una alianza artística que hace que podamos estar ante una obra maestra (el paso de los años dirá si su posible trascendencia le otorgará esta distinguida denominación, pues una obra artística maestra, además de sus logros, ha de trascender en el tiempo). Por un lado, tenemos una extraordinaria dirección de fotografía a cargo de Lol Crawley, que nos transporta a la época de la Segunda Guerra Mundial y años posteriores, siguiendo la vida y carrera del visionario arquitecto judío László Toth que, huyendo de la posguerra, llega a Estados Unidos para reconstruir su vida, su obra y el matrimonio con su esposa Erzsébet tras haber sufrido ésta también los embates de la guerra por su condición semita en una Europa asolada por el poder de la Alemania nazi. 


Solo y en un nuevo país totalmente desconocido para él, László se establece en Pensilvania, 
auspiciado por el adinerado y prominente empresario industrial Harrison Lee Van Buren, que ha quedado impresionado por el potencial artístico y creativo de Toth, convirtiéndose en su particular mecenas. Toda esta historia vital, va perfectamente arropada y ambientada a través de una banda sonora compuesta por Daniel Blumberg, que acompaña y aporta a cada escena esa carga emocional que solo la música puede lograr con su magia.

El otro puntal de The Brutalist, una película de más de tres horas (con descanso de quince minutos incluido) que, todo hay que decirlo, se disfrutan y se hacen incluso cortas, es el excelente montaje de David Jancsó, que logra un ensamblaje perfecto de esta dura historia vital. También sobresaliente la dirección artística, diseño de vestuario y diseño de producción de Judy Becker y Patricia Cuccia.


En cuanto al reparto, y volviendo al concepto de obra maestra cinematográfica, cuando decimos estar 
ante una de ellas, las interpretaciones han de ser fuera de serie. En este caso, tanto Adrien Brody, como Guy Pierce y Felicity Jones, están extraordinarios, y no sería de extrañar que se llevaran a casa el preciado Oscar el día de la esperada gala de este año 2025. No en vano, esta película es candidata a, nada más y nada menos, que diez galardones de las preciadas y doradas estatuillas. 

En cuanto a referencias, The Brutalist recuerda a magnas obras cinematográficas del siglo XX como el Novecento (1976) de Bernardo Bertolucci o el Érase una vez en América (1984) de Sergio Leone, su gran y última obra maestra. El personaje de Brody y el propio actor que lo encarna, hace inevitable recordar su gran interpretación en El pianista (2002) de Roman Polanski, drama que también tenía como marco histórico la devastadora segunda guerra mundial y sus trágicas consecuencias. 

Todas ellas son películas extensas que narran un periplo vital ligado a las circunstancias sociales, políticas e históricas, con una fotografía, ambientación y música exquisitas, y también con una extraordinaria dirección y montaje. En cuanto a la disciplina profesional del protagonista y su pasión por la arquitectura, para mí ha sido inevitable no recordar esa obra maestra cinamatográfica del gran King Vidor que no es otra que El manantial (The Fountainhead, 1949), un filme, con guion y novela de su autora, Ayn Rand, que narra la vida del visionario arquitecto Howard Roark (extraordinariamente interpretado por el gran Gary Cooper), y que contaba con una fabulosa banda sonora del compositor Max Steiner y una gran fotografía en blanco y negro de Robert Burks.



No sé si The Brutalist arrasará en la gala de los Oscar de Hollywood del presente año. Los Globos de Oro así parecen vaticinarlo, con siete galardones, pero eso no es lo que más importa. Lo verdaderamente importante es que un cineasta llamado Brady Corbet, con tan solo treinta y seis años, ha sido capaz de crear una obra cinamatográfica que no parece de este siglo. Que más bien parece pertenecer a esa edad de oro del cine clásico añorada y querida por todos los que amamos este arte visual que, muy de vez en cuando, nos recuerda que las grandes obras pueden aparecer en cualquier momento. Porque el arte es algo inmortal, que se mueve en una dimensión intangible y, al mismo tiempo, tan real como la vida misma. Un arte capaz de, no solo entretenernos, sino también atraparnos con su belleza y emocionarnos.

Si les gusta el cine de verdad, con mayúsculas, y son de esas personas que realmente lo aman, no pueden perderse The Brutalist. No es solo una película. Es toda una experiencia cinematográfica para viajar en el tiempo y en el espacio a esos mundos de celuloide que nos hacen soñar y vivir otras vidas. Así que no se la pierdan.

GONZALO J. GONZALVO

Escritor y Crítico de Cine.

martes, 7 de enero de 2025

Nosferatu (2024)***

 Dir: Robert Eggers

Int: Lily-Rose Depp, Bill Skarsgård, Nicholas Hoult, Aaron Taylor-Johnson, Willem Dafoe, Emma Corrin, Simon McBurney, Ralph Ineson, Paul A Maynard, Stacy Thunes, Adéla Hesová, Milena Konstantinova, Gregory Gudgeon, Robert Russell, Curtis Matthew, Claudiu Trandafir, Georgina Bereghianu, Jordan Haj, Katerina Bila, Maria Ion, Tereza Duskova, Liana Navrot, Mihai Verbintschi.


El regreso del vampiro más clásico del cine

Vaya por delante que, el norteamericano Robert Eggers, es uno de los directores de la última década cuya filmografía me parece más interesante. Diseñador de vestuario y de producción, desde su debut en La bruja (2015), Eggers muestra ya en su primer filme una estética y una concepción particular del género fantástico que lo caracteriza y diferencia de la mayoría, convirtiéndole rápidamente en un cineasta de culto. 


Con su siguiente trabajo, El faro (2019), se consolida como un autor que se atreve con la fotografía en blanco y negro para seguir atrapando al espectador con un terror diferente. Tras dirigir en 2021 un documental especializado en el subgénero del “Folk Horror” en el cine, Eggers regresa con fuerza a la gran pantalla con El hombre del norte (2022), filme en el que vuelve a desplegar toda su artillería, logrando un filme salvaje e hipnótico y de un poderío visual sobresaliente. 



Con Nosferatu (2024), vuelve a confiar en el compositor Robin Carolan y en su habitual director de fotografía (Jarin Blaschke) para componer un trabajo fílmico que se apoya, sin duda, en estos dos pilares (brillante tanto la banda sonora con Dolby Atmos reforzado como la extraordinaria fotografía de Blaschke). 


Es precisamente su estilo romántico y su aura expresionista, lo que más me ha gustado de un filme cuyo 
poder visual y atmosférico, marca de la casa Eggers, lo dota de ese poder hipnótico que logra introducir al espectador en una historia de pesadilla protagonizada por, sin duda, uno de los personajes mas aterradores y, al mismo tiempo fascinantes, de la historia de la literatura: El Drácula de Bram Stoker.



Este Nosferatu se mueve con respeto entre el original de Murnau de 1922, la más que notable versión de Werner Herzog de 1979 (Nosferatu: vampiro de la noche) y el Drácula de Bram Stoker dirigida por Coppola en 1992. De la primera, conserva cierto tono expresionista en lo visual, de la segunda, muy fiel al original, mantiene y potencia su atmósfera malsana y opresiva, y una comunión importante en la figura del personaje femenino, convirtiendo a Lily-Rose Depp en una versión actualizada y alter ego de Isabelle Adjani, pero muy similares en cuanto a su belleza romántica y semblante pálido y sensual. El personaje femenino de este Nosferatu, es quien posee realmente el poder y la fuerza, para resolver la situación, acabar con el ente maligno y sanar a la ciudad y liberarla de la epidemia de la peste causada por el propio vampiro. De la versión de Coppola, conserva también su potente ambientación y atmósfera romántica, y la figura del profesor Alvin Eberhart Von Franz, una especie de “Van Helsing” bastante histriónico y algo sobreactuado, aunque no tanto como el Van Helsing interpretado entonces por el insigne actor Sir Anthony Hopkins.



Lo que menos me ha gustado de esta nueva versión es la construcción física del personaje del propio Nosferatu, bastante alejada del original y de la versión de Herzog, y más cercana a la figura de aquel noble sanguinario denominado Vlad Tepes ("El Empalador"), príncipe de Valaquia, una de las figuras históricas más importantes de Rumanía, hijo de Vlad Dracul, e inspirador del personaje del noble Conde Drácula protagonista de la inmortal novela de Bram Stoker. Una presencia inquietante pero que, a mi modo de ver, no iguala ni mucho menos supera, al “no muerto” de Murnau y de Herzog. 

No obstante, y teniendo en cuenta las numerosas versiones cinematográficas del personaje de Drácula, entre las que también hay que tener muy en cuenta la de la Universal de Tod Browning (1931) protagonizada por Bela Lugosi, así como la de la Hammer de 1958, en la que Christopher Lee volvió a encarnar el rey de los vampiros con una gran fuerza visual y elegante porte, Robert Eggers ha tenido la osadía de volver a contar visualmente una historia que, en el séptimo arte, contaba ya con varias obras maestras, y salir de dicha empresa arriesgada bien parado. 



El joven cineasta ha sabido jugar bien todas las bazas que caracterizan su cine (el poder visual, la escenografía, la fotografía y la música), y ha contado también con un acertado reparto (especialmente en los papeles de Thomas y Ellen Hutter, muy bien interpretados por la ya mencionada actriz francesa Liliy-Rose Depp y por un brillante Nicholas Hoult, también extraordinario en el último filme de Clint Eastwood: El jurado número 2). 

Willem Dafoe cumple con su cometido, sin más, lejos de la brillantez de su anterior colaboración con Eggers en El faro. El cuidado diseño de vestuario y ambientación también es de destacar, logrando trasladarnos perfectamente a esa sucia y húmeda ciudad portuaria alemana del siglo XIX, fiel espejo de las Wismar y Lübeck de las versiones anteriores.



La versión de Eggers de Nosferatu no es una mala película. El problema, quizás, es que mis espectativas eran muy altas. Cualquier otro director hubiera hecho algo mucho peor (no hay más que ver las últimas versiones de Drácula de otros variopintos cineastas. Pienso, no obstante, que Eggers es un creador con la suficiente originalidad, calidad técnica y voz propia, capaz de construir historias muy potentes, sin necesidad de versionar historias que, aunque nos siguen atrayendo y moviendo a una sala de cine, han tenido ya versiones anteriores con tan alta calidad artística que son muy difíciles de superar. Vivimos, no obstante, en la era de los remakes, y se preparan nuevas versiones de otros clásicos del séptimo arte, también dentro del género fantástico, tales como “La novia de Frankenstein” (prevista para estrenar a finales de 2025 y dirigida por Maggie Gyllenhaal) y otras más que, sin duda, vendrán. Porque son historias y personajes inmortales que siguen teniendo un indudable poder de atracción para el público. 

Si son amantes del cine fantástico y de terror y, especialmente, seguidores del cineasta Robert Eggers, no deberían perderse esta película. Si, por el contrario, son adoradores del gran Murnau y de los clásicos de las décadas veinte y treinta del pasado siglo XX, quizá deberían cuestionarse si ir a verla o no. En todo caso, el cine de Eggers está siempre a un nivel artístico y técnico elevado, y eso es algo positivamente ponderable. Si su particular versión aporta o no algo especial a la inmortal historia del rey de los vampiros, es algo que deberán decidir después de su visionado ustedes mismos/as y que el paso del tiempo juzgará.

GONZALO J. GONZALVO

Escritor y Crítico de Cine

jueves, 21 de noviembre de 2024

Anora (2024)****

 Dir: Sean Baker

Int: Mikey Madison, Mikey Madison, Mark Eydelshteyn, Yuriy Borisov, Karren Karagulian, Vache Tovmasyan, Ivy Wolk, Lindsey Normington, Ross Brodar, Paul Weissman, Luna Sofía Miranda, Charlton Lamar, Masha Zhak, Darya Ekamasova, Emily Weider, Alena Gurevich


Sean Baker regresa a los cines, de manera brillante, con
Anora.

He de declarar, vaya por delante, que Sean Baker es uno de los cineastas norteamericanos (que además es el guionista de todas sus películas) que me parecen más interesantes dentro del panorama actual. 

Nacido en 1971 en Nueva York, tiene una sólida base como escritor y ha ejercido también como productor, y a él se le deben filmes tan interesantes como Tangerine (2015), The Florida Project (2017), la iconoclata y deliciosa Red Rocket (2021), filme que me encanta excepto por su mensaje final excesivamente moralista, algo muy típico, por otra parte, pues esto ya ocurría con el American Gigolo (1980) de Paul Schrader y con tantos otros filmes USA que han tratado el tema de la prostitución. A pesar de ello, con Anora, Baker toma distancia y logra un filme aún mucho más redondo que con Red Rocket, logrando superar cualquier tipo de condicionante moral y, dejando al espectador quien juzgue, según su propia ética, lo que Baker nos va narrando a través de la gran pantalla.


¿Y qué es lo que nos cuenta el cineasta neoyorquino en este excelente largometraje? En principio, 
podríamos simplificar que recurre a la historia universal de “chico busca chica” o viceversa, pero este concepto, en manos de Baker, evolucionará de forma diabólica mediante una trama que mezcla de manera brillante la comedia y el drama social y que, además, no está exenta de cierta crítica social, aunque no sea esa la finalidad principal del filme. 


En Anora, conocemos la historia de Ani (Anora), una joven prostituta de Brooklyn que tiene la 
oportunidad de vivir una historia de cuento de hadas cuando conoce e impulsivamente se casa con el joven hijo de un oligarca ruso. Cuando la noticia llega a Rusia, su sueño de salir de su situación, y su ambiente social se ve amenazado, ya que los padres parten hacia Nueva York para intentar revertir una situación que consideran inaceptable.



Baker nos sumerge y consigue interesarnos en esta historia de una joven mujer “perdedora” pero luchadora, que contrasta con el joven alocado e irresponsable del que se “enamora” y al que ve, al mismo tiempo, como un pasaporte a una vida de protección y lujos que ella cree merecer. 

Como en todo buen filme noir, y Anora también lo es, sobre todo en cuanto a su concepción del personaje principal: una extraordinaria Mikey Madison a la que pudimos ver en Erase una vez en Hollywood (2019) de Tarantino y también en el último Scream (Matt Bettinelli-Olpin y Tyler Gillett, 2022) y que “se come la pantalla” atrapando e hipnotizando al espectador en cada plano. Yo procuro siempre que es posible, ver los estrenos en V.O.S.E, y he de decir que el trabajo de la joven Madison aquí es verdaderamente sobresaliente, y sobre ella pivota todo el peso de la historia.



Anora es una joya poco frecuente, uno de esos trabajos de cine independiente norteamericano que cada vez se prodigan menos, y que se deben a un reducido grupo de cineastas como Chloé Zhao, Sarah Friedland, Tracie Laymon, Carson Lund o Tyler Taormina, además del propio Baker. 

En el reparto, la réplica a Madison la da con solvencia el joven actor Mark Eydelshteyn., arropados ambos por un buen elenco de secundarios que funciona a la perfección, formado por Karren Karagulian, Yuriy Borisov, Vache Tovmasyan, etc.

Anora es, en el fondo, una nueva versión de La Cenicienta de Perrault, una Cenicienta que también tiene algo de Caperucita, y que no espera encontrarse con un “lobo” al que ella cree un corderito manejable. Por eso funciona tan bien, porque combina  la solidez de una gran obra con un personaje inmortal y un cierto clasicismo, sin perder un ápice de su modernidad. 

Así que si les gustó Red Rocket y/o alguno de los grandes trabajos de Sean Baker que he nombrado anteriormente, no pueden perderse este Anora. Una obra, sin duda, que homenajea a la gran Ninotchka (1939) de Ernst Lubitsch, historia con la que mantiene, salvando las distancias, cierto paralelismo conceptual en cuanto al personaje femenino.

Anora es una obra tan moderna, como clásica e inmortal y, sin duda, irá ganando pátina con el tiempo. Una nueva "Pretty Woman" (la película la dirigió Garry Marshall en 1990, con los inolvidables Julia Roberts y Richard Gere) evolucionada y empoderada, retrato de la llamada “generación de cristal”, y que de frágil, en este caso, tiene más bien poco.

GONZALO J. GONZALVO

Escritor y Crítico de Cine.

lunes, 18 de noviembre de 2024

Jurado Nº 2 (2024)****

 Dir: Clint Eastwood

Int: Nicholas Hoult, Toni Collette, J.K. Simmons, Kiefer Sutherland, Chris Messina, Zoey Deutch, Cedric Yarbrough, Gabriel Basso, Leslie Bibb, Megan Mieduch, Adrienne C. Moore, Drew Scheid, Hedy Nasser, Phil Biedron, Bria Brimmer, Amy Aquino, Francesca Eastwood, KateLynn E. Newberry, Rebecca Koon, Jason Coviello, Chikako Fukuyama.



Una nueva obra del incombustible maestro Eastwood

A estas alturas, quien no conoce a Clint Eastwood. Una de las pocas estrellas que quedan vivas de la época dorada del cine y que comenzó a trabajar, como actor, en dos filmes del género fantástico dirigidos por el gran cineasta Jack Arnold (al que tuve la suerte de conocer en persona en el Festival de Sitges de 1986 con motivo de la restauración y proyección de El increíble hombre menguante de 1957). 


Tras haber trabajado en dicha década a las ordenes de grandes directores como Douglas sirk, Arthur Lubin 
o William A. Wellman, fue en la década de los sesenta del pasado siglo XX cuando Eastwood rompe moldes en el western de la mano de Sergio Leone, otro gran director del que sin duda aprendió mucho, para protagonizar la llamada “Trilogía del dólar” (Por un puñado de dólares, La muerte tenía un precio y El bueno, el feo y el malo, respectivamente de  1964, 1965 y 1966). A partir de ahí, ya convertido en una estrella del celuloide, el bueno de Clint reinará en la década de los 70 de la mano de otro de sus personajes emblemáticos como actor: el detective Harry Callahan de la saga de películas de “Harry el Sucio”. A comienzos de dicha década se lanza por vez primera con un filme que siempre me ha gustado, y en el que ya apuntaba maneras de gran cineasta apasionado por el jazz, y me refiero a Escalofrío en la noche (1971). 


En los años setenta y ochenta alterna el western con el trhiller desde esa fecha, logrando títulos de 
calidad como Infierno de cobardes (1973), El jinete pálido (1985) o Bird (1988), biopic sobre la vida y la música del gran saxofonista Charlie Parker, sin duda una pequeña joya dentro de su filmografía como cineasta. Con Sin perdón (1992) comienza un Clint Eastwood que, a esta obra maestra, va a añadir otros títulos memorables como Los puentes de Madison (1995), Mystic River (2003), Million Dolar Baby (2004) o Gran Torino (2008) o El intercambio (2008). En la segunda década del actual siglo, Eastwood, además de actuar, mantiene un nivel excelente en varias obras más, demostrando una capacidad de trabajo inagotable y prolífica, a pesar de su ya avanzada edad. Fruto de ese trabajo ven la luz títulos como El francotirador (2014), Sully (2016), Mula (2018) o Richard Jewell (2019).


Actualmente, a sus 94 años de edad, Clint Eastwood, nos entrega la que, quizá -ojalá no-, sea su última 
gran obra. No tan redonda y maestra como las que he nombrado anteriormente, pero sin duda, de una gran calidad y muy por encima de la media actual.



En Jurado Nº 2, Eastwood nos narra la historia de Justin Kemp, un joven que va a ser padre de familia por vez primera. Mientras forma parte de un jurado en un juicio por asesinato, se encuentra luchando con un serio dilema moral que podría utilizar para influir en el veredicto del jurado y potencialmente condenar o liberar al asesino acusado. 

En Jurado Nº 2, apoyado en un sólido guion de Jonathan Abrams y la banda sonora de Mark Mancina, Eastwood desarrolla un drama judicial en el que están presentes sus grandes temas y dilemas morales de siempre: El sentimiento de culpa, la redención, el perdón y el castigo.



En el reparto, un convincente Nicholas Hoult, interpreta a ese joven esposo y futuro padre que se debate entre hacer lo correcto o escapar de una situación que le viene grande y que puede afectar a su vida y la de su familia con terribles consecuencias. Pero la verdadera estrella del reparto a nivel de fuerza interpretativa reside en la extraordinaria Toni Collette. La veterana actriz australiana, que acumula multitud de premios y nominaciones, es una de mis favoritas. Una todoterreno que ya se merece el Oscar a la mejor actriz y que, con este Jurado Nº 2 es posible que lo consiga. También muy bien J.K Simmons, en un papel breve pero de vital importancia en la historia.



Jurado Nº 2 tiene coincidencias y bebe de algunos grandes títulos que Eastwood, como gran cinéfilo además de cineasta, es seguro que homenajea en esta historia. Y me refiero a Muerte de un ciclista (1955) de nuestro gran director Juan Antonio Bardem, pero sin duda, Doce hombres sin piedad (Sidney Lumet, 1957), es la que más ha influido en su estructura y entramado de suspense.



Con todos estos mimbres, con una dirección impecable y un proceso narrativo que engancha y no deja respiro al espectador, Clint Eastwood vuelve a revelarse como uno de los grandes directores clásicos que nos quedan a los buenos aficionados. Ojalá, no sea su última película, pero si lo fuera, sería un gran testamento cinematográfico de una figura ya legendaria del cine, que ha triunfado por su gran talento, no sólo como intérprete, sino como cineasta, productor y compositor. 

Si son seguidores de la carrera de esta, repito, leyenda viva del cine, no pueden dejar de acudir a las salas de cine para disfrutar de este último trabajo de Clint Eastwood. Su calidad y extraordinaria trayectoria, sin duda, lo merecen. Un maestro que, aunque un día nos deje, nunca morirá, porque su legado cinematográfico es tan grande que, sin duda, vivirá siempre en todas las personas que amamos el cine y lo consideramos: un Arte.

GONZALO J. GONZALVO

Escritor y Crítico de Cine

lunes, 4 de noviembre de 2024

Strange Darling (2023)***

 Dir: J.T. Mollner


Int: Willa Fitzgerald, Kyle Gallner, Madisen Beaty, Barbara Hershey, Ed Begley Jr., Steven Michael Quezada, Bianca A. Santos, Eugenia Kuzmina, Denise Grayson, Duke Mollner, Sheri Foster.

El cazador cazado.

Me ha gustado bastante a pesar de que, como cinéfilo y crítico de larga trayectoria y con un “callo” visual ya considerable por haber visto mucho cine, pienso que va a ser muy difícil que un filme me sorprenda como antaño; máxime cuando, además, en el último cuarto del siglo XX, primaba el riesgo y la autoría de los cineastas sobre la comercialidad. Sin embargo, a veces uno se encuentra una “rara avis” dentro de una sala de proyección. Y es lo que me ha ocurrido con este Strange Darling, un filme híbrido que transita entre el thriller y el género de terror, con una historia poco convencional, dura e impactante.


Nominada a Mejor Película en el último Festival de Cine Fantástico y de Terror de Sitges y ganadora a la 
Mejor Fotografía (sin duda, uno de los puntales del filme), Strange Darling, con guion y dirección del casi novel J.T. Mollner (que debutó en el largometraje en 2016 con el western Ángeles y forajidos), nos introduce desde el primer fotograma en una historia de cazadores. Pero no de cualesquiera, sino de cazadores de seres humanos. En la primera secuencia aparece una mujer que huye perseguida por un depredador implacable (interpretado con solvencia por Kyle Gallner, actor de amplia filmografía con varias apariciones en filmes de género como el último Scream o Smile 1 y 2). 


A partir de ahí, el filme se vale de diversos recursos (como los puntos de vista narrativos de uno y otro 
protagonista), para jugar con el espectador, despistarlo y sorprenderlo con giros inesperados. Ahí es donde reside, para mí, el mayor mérito de Stranger Darling. Dentro de un género (el del terror especialmente), en el que durante ya bastante tiempo se vive de remakes de grandes títulos del pasado (El exorcista, La profecía, etc.), y en el que la falta de originalidad y el cine de género palomitero y puramente comercial (dirigido sobre todo a público adolescente) suelen dominar la programación de las salas, es de agradecer propuestas diferentes y arriesgadas como esta que, prestando atención también al público adulto, consiguen enganchar al espectador e introducirlo sabiamente en una espiral de pesadilla en la que no faltan tampoco guiños cinéfilos (recordemos a esa mujer corriendo ensangrentada en esa inolvidable secuencia final de la sublime La matanza de Texas de Tobe Hooper, icono ya de la historia del cine de terror.


J. T. Mollner, no ha construido una obra maestra, pero sí una película con una atmósfera malsana y viciosa, 
en la que el peligro es como un aroma perenne y ponzoñoso que envuelve al espectador hasta el final. Para 2025 está ya previsto el estreno de La larga marcha (The Long Walk), filme en el que, como guionista, ha adaptado la homónima novela de Stephen King, el indiscutible rey de la novela de terror.


Además de la excelente fotografía de Giovanni Ribisi, el filme cuenta con una acertado reparto, 
especialmente en la parte femenina, con una extraordinaria y sorprendente Willa Fitzgerald; hermosa y joven actriz que, en el género de terror, ya tenía en su haber las series Scream (2015) y La caída de la casa Usher (2023). Willa se come la pantalla con su mirada turbia, peligrosa e imprevisible, y sabe componer uno de esos personajes que saben moverse, como nadie, caminando sobre la cuerda floja que separa, con una leve y difusa frontera, la realidad y los mundos de pesadilla y de maldad. 

No es Strange Darling una película para todos los paladares. Pero, a buen seguro, los amantes del buen thriller combinado éste con dosis de terror, sabrán disfrutarlo de principio a fin. Con Strange Darling el celuloide se convierte en un cóctel de adrenalina del que el espectador/a no podrá escapar. Así que, al igual que corre la protagonista, corre a las salas de cine para non perderte esta aventura tan peligrosa como visualmente adictiva.

GONZALO J. GONZALVO

Escritor y Crítico de Cine