La reconquista (2016)***
Dir:
Jonás
Trueba
Int:
Itsaso Arana, Francesco
Carril, Aura Garrido, Candela Recio, Pablo Hoyos.
Manuela (Itsaso Arana) y Olmo
(Francesco Carril) se reencuentran en un futuro que se habían
prometido quince años antes, cuando eran adolescentes y vivieron su
primer amor. A partir de esta premisa romántica, La reconquista
es una película en busca del tiempo; o sobre la conciencia del
tiempo: del tiempo perdido y del recuperado; sobre lo que recordamos
de nosotros mismos y lo que no; sobre las palabras, los gestos y los sentimientos a los que seguimos guardando fidelidad, porque nos
definen y nos interpelan en el presente, el pasado y el futuro.
La reconquista es una
película aparentemente simple, casi esquemática, que en ningún
momento oculta sus cartas, ni sus referentes, que van desde la
Nouvelle Vague (Eric Rohmer, incluido) al cine más reciente del norteamericano Richard Linklater. Y, desde luego, el propio estilo de
Jonás Trueba que se va definiendo después de Todas las canciones de
amor hablan de mí (2010), Los ilusos (2013) y Los exiliados
románticos (2015). Un cine que quiere reflexionar sobre su propia
generación, al menos sobre la de un grupo de privilegiados que no ha
sufrido excesivamente para ganarse el sustento y ha podido emplear
algo de su tiempo en el romanticismo y en alguna actividad cultural.
Jonás Trueba utiliza una mirada
cadenciosa y minimalista para aproximarse a Manuela y Olmo, y
este planteamiento sacará de quicio a más de uno. A los dos actores
que los incorporan (Itsaso Arana y Francesco Carril) les da una gran
responsabilidad. Son ellos, seguidos muy de cerca por el
director/guionista, los que ponen muchas de sus experiencias al
servicio de los personajes. Hay también un interesante salto en la
historia que nos llevará a la adolescencia de los dos protagonistas
(ahora serán interpretados por Candela Recio y Pablo Hoyos), que nos
permite abandonar esa peligrosa morosidad en la que parecía
estancada la película y adentrarnos de verdad en ese pasado que sustenta su historia de amor.

Adquiere protagonismo, de modo algo
inesperado, el padre/cantante de Manuela que incorpora Rafael Berrio,
un cantautor donostiarra, una especie de Leonard Cohen a la española,
al que también hay referencias en la película. Una de sus canciones
define bastante bien las intenciones del filme de Trueba y llega a
sonar en dos ocasiones, añadiendo unas cotas de belleza inesperada a
otro filme de Jonás Trueba que apuesta por un estilo de cine poco
habitual en nuestro país, cargado de buen gusto y sensibilidad, pero
en un espectro temático que nos gustaría, por lo menos al que esto
suscribe, fuera más allá de las experiencias románticas y de la
adolescencia eternizada que retrata y a la que pertenece
generacionalmente.
Roberto
Sánchez
-Aragonia-
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