Dir: Daniel Monzón
Int: Marcos Ruiz, Begoña Vargas, Chechu Salgado, Pep Tosar, Daniel Ibañez, Guillermo Lasheras, Jorge Aparicio, Carlos Oviedo, Cintia García, Xavier Martín, Víctor Manuel Pajares, Diego Molina Garau.
Vivir...deprisa...deprisa...No podría comenzar este artículo sin citar algunos de los referentes con los que Daniel Monzón ha construido una excelente película que revitaliza el llamado “cine quinqui” de finales de los 70 y principios de los años 80, época convulsa que, precisamente, este escritor vivió en plena adolescencia marcada por un lenguaje y una estética propios. Aquellos salones recreativos que llamábamos "futbolines", los coches de entonces, tan duros como los pandilleros que se hacían con ellos haciéndoles “el puente” para dar sus “palos”, las cazadoras de piloto...Los pantalones acampanados...las gafas... Entonces, las calles de las grandes ciudades era tan duras como el asfalto... y los que vivían en los extrarradios tenían que ser así para intentar sobrevivir. Sus leyes no eran las que regían para la mayoría... porque ellos estaban al otro lado de la frontera que les separaba de las clases medias y altas...
Con esta premisa, base de toda buena novela o película de género negro, Daniel Monzón, con guion propio, en colaboración con el novelista Cercas y con Jorge Guerricaechevarría (un especialista en el género, autor de guiones como Perdita Durango, 800 balas, Celda 211 o Cien años de perdón), ha construido un filme sólido, trepidante, que recuerda a lo mejor de ese subgénero tan exitoso, décadas atrás denominado “cine quinqui”, y que dio obras tan notables como la maravillosa Deprisa, deprisa (Carlos Saura, 1981), que se llevó ese año el Oso de oro de Berlín. Otras referencias importantes serían: Perros callejeros (José Antonio de la Loma, 1977), Yo, "El Vaquilla” (Antonio de la Loma, 1985), El pico (1983) o La estanquera de Vallecas (1987), estas dos últimas de un más que reivindicable (y un tanto olvidado) Eloy de la Iglesia .
Con una ambientación excelente, que te transporta directamente a finales de los 70, apoyada en un montaje ágil y vibrante, una buena fotografía de Carlos Gusi y una cañera banda sonora de Derby Motoretas y Burrito Kachimba, que reconstruyen el sonido de la época (el de Los Chunguitos, por ejemplo), Las leyes de la frontera supone una revisión con una calidad más que notable de un subgénero que, muchos de los que hoy día pasamos de los cincuenta, contemplamos con nostalgia, pues nos retrotrae a esa adolescencia irrecuperable, a los paraísos perdidos, a la libertad y la obscena juventud de los 14 a los 18 años.
Las leyes de la frontera es un filme adrenalítico, de género, pero estamos ante un "cine con mayúsculas" de Daniel Monzón, un cineasta curtido y con oficio, que nos devuelve a un tipo de películas de puro entretenimiento pero que eran, además, un fiel retrato social y vital de su momento. Un cine que, por desgracia, ha desaparecido casi por completo . Por eso, fogonazos como el que Monzón nos ofrece en Las leyes de la frontera bien merecen el regreso a las salas de cine y a volver a disfrutar del cine en la pantalla grande.
El cine quinqui ha vuelto... abróchense los cinturones y cuidado...que vienen curvas... y balas.
GONZALO J. GONZALVO
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