Dir: Leos Carax
Int: Adam Driver, Marion Cotillard, Simon Helberg, Dominique Dauwe, Kait Tenison, Latoya Rafaela, Rebecca Dyson-Smith, Timur Gabriel, Kevin Van Doorslaer, Devyn McDowell, Ornella Perl, Christian Skibinski, Marina Bohlen, Nino Porzio, James Reade Venable, Charlotte Brand, Colin Lainchbury-Brown, Kristel Goddevriendt, Filippo Parisi, Michele Rocco Smeets, Elke Shari Van Den Broeck.
Henry (Adam Driver) es un monologuista cómico de humor incisivo. Ann (Marion Cotillard), una cantante de renombre internacional. Centro de todas las miradas, juntos forman una pareja feliz rodeada de glamur. El nacimiento de su primogénita, Annette, en un juego surrealista que aceptas (o abandonas la película), es interpretada por una serie de títeres creados por Estelle Charlier y Romuald Collinet, quienes crearon nueve cuerpos diferentes para la ‘bebé Annette’, a quien vemos en la película evolucionar desde el nacimiento hasta convertirse en una niña de cinco años interpretada por Devyn McDowell, en una de las escenas finales. Annette es una niña misteriosa con un destino excepcional que les cambiará la vida.
Las "salidas de tono" de Henry, quieren ser un pálido reflejo de míticos monologistas como Lenny Bruce, al que se dedicó el inquietante biopic titulado Lenny (1974), dirigido por Bob Fosse. Como ocurría con aquel, hay un aura autodestructiva y sociópata en esta estrella de la "nada" (un signo de nuestros tiempos), que llevará mal su comparación (inevitable) con el arte aparentemente sublime de Ann. Creo que conscientemente (con Carax, siempre es difícil saberlo), el protagonismo de Adam Driver, termina por devorar a todos los personajes, a sí mismo, e incluso a los inquietantes títeres que serán Annette durante casi todo el metraje.
Visualmente brillante, hay que insistir en que estamos ante un musical con una historia que podría resumirse en unos pocos renglones, este último trabajo de Leos Carax, supone una apuesta por un cine de un surrealismo personal e intransferible, que aceptas u odias y que lo sitúa en un territorio incómodo pero muy atractivo para los que no quieren adocenarse. La forma de contar es decisiva, la historia no importa demasiado, sí los retos y provocaciones que Henry / Leos nos proponen. Música, títeres, muerte, redención...Si no te atreves con este film oscuro (por los senderos tortuosos de Edgar Allan Poe) y romántico, no vuelvas al cine...
¡Ah, ya lo olvidaba!, en la polémica habitual con las películas de Carax, yo he decidido que soy de su bando...¡Viva el cine!
Roberto Sánchez
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