Dir: Robert Eggers
Int: Lily-Rose Depp, Bill Skarsgård, Nicholas Hoult, Aaron Taylor-Johnson, Willem Dafoe, Emma Corrin, Simon McBurney, Ralph Ineson, Paul A Maynard, Stacy Thunes, Adéla Hesová, Milena Konstantinova, Gregory Gudgeon, Robert Russell, Curtis Matthew, Claudiu Trandafir, Georgina Bereghianu, Jordan Haj, Katerina Bila, Maria Ion, Tereza Duskova, Liana Navrot, Mihai Verbintschi.
Vaya por delante que, el norteamericano Robert Eggers, es uno de los directores de la última década cuya filmografía me parece más interesante. Diseñador de vestuario y de producción, desde su debut en La bruja (2015), Eggers muestra ya en su primer filme una estética y una concepción particular del género fantástico que lo caracteriza y diferencia de la mayoría, convirtiéndole rápidamente en un cineasta de culto.
Con su siguiente trabajo, El faro (2019), se consolida como un autor que se atreve con la fotografía en blanco y negro para seguir atrapando al espectador con un terror diferente. Tras dirigir en 2021 un documental especializado en el subgénero del “Folk Horror” en el cine, Eggers regresa con fuerza a la gran pantalla con El hombre del norte (2022), filme en el que vuelve a desplegar toda su artillería, logrando un filme salvaje e hipnótico y de un poderío visual sobresaliente.
Con Nosferatu (2024), vuelve a confiar en el compositor Robin Carolan y en su habitual director de fotografía (Jarin Blaschke) para componer un trabajo fílmico que se apoya, sin duda, en estos dos pilares (brillante tanto la banda sonora con Dolby Atmos reforzado como la extraordinaria fotografía de Blaschke).
Este Nosferatu se mueve con respeto entre el original de Murnau de 1922, la más que notable versión de Werner Herzog de 1979 (Nosferatu: vampiro de la noche) y el Drácula de Bram Stoker dirigida por Coppola en 1992. De la primera, conserva cierto tono expresionista en lo visual, de la segunda, muy fiel al original, mantiene y potencia su atmósfera malsana y opresiva, y una comunión importante en la figura del personaje femenino, convirtiendo a Lily-Rose Depp en una versión actualizada y alter ego de Isabelle Adjani, pero muy similares en cuanto a su belleza romántica y semblante pálido y sensual. El personaje femenino de este Nosferatu, es quien posee realmente el poder y la fuerza, para resolver la situación, acabar con el ente maligno y sanar a la ciudad y liberarla de la epidemia de la peste causada por el propio vampiro. De la versión de Coppola, conserva también su potente ambientación y atmósfera romántica, y la figura del profesor Alvin Eberhart Von Franz, una especie de “Van Helsing” bastante histriónico y algo sobreactuado, aunque no tanto como el Van Helsing interpretado entonces por el insigne actor Sir Anthony Hopkins.
Lo que menos me ha gustado de esta nueva versión es la construcción física del personaje del propio Nosferatu, bastante alejada del original y de la versión de Herzog, y más cercana a la figura de aquel noble sanguinario denominado Vlad Tepes ("El Empalador"), príncipe de Valaquia, una de las figuras históricas más importantes de Rumanía, hijo de Vlad Dracul, e inspirador del personaje del noble Conde Drácula protagonista de la inmortal novela de Bram Stoker. Una presencia inquietante pero que, a mi modo de ver, no iguala ni mucho menos supera, al “no muerto” de Murnau y de Herzog.
No obstante, y teniendo en cuenta las numerosas versiones cinematográficas del personaje de Drácula, entre las que también hay que tener muy en cuenta la de la Universal de Tod Browning (1931) protagonizada por Bela Lugosi, así como la de la Hammer de 1958, en la que Christopher Lee volvió a encarnar el rey de los vampiros con una gran fuerza visual y elegante porte, Robert Eggers ha tenido la osadía de volver a contar visualmente una historia que, en el séptimo arte, contaba ya con varias obras maestras, y salir de dicha empresa arriesgada bien parado.
El joven cineasta ha sabido jugar bien todas las bazas que caracterizan su cine (el poder visual, la escenografía, la fotografía y la música), y ha contado también con un acertado reparto (especialmente en los papeles de Thomas y Ellen Hutter, muy bien interpretados por la ya mencionada actriz francesa Liliy-Rose Depp y por un brillante Nicholas Hoult, también extraordinario en el último filme de Clint Eastwood: El jurado número 2).
Willem Dafoe cumple con su cometido, sin más, lejos de la brillantez de su anterior colaboración con Eggers en El faro. El cuidado diseño de vestuario y ambientación también es de destacar, logrando trasladarnos perfectamente a esa sucia y húmeda ciudad portuaria alemana del siglo XIX, fiel espejo de las Wismar y Lübeck de las versiones anteriores.
La versión de Eggers de Nosferatu no es una mala película. El problema, quizás, es que mis espectativas eran muy altas. Cualquier otro director hubiera hecho algo mucho peor (no hay más que ver las últimas versiones de Drácula de otros variopintos cineastas. Pienso, no obstante, que Eggers es un creador con la suficiente originalidad, calidad técnica y voz propia, capaz de construir historias muy potentes, sin necesidad de versionar historias que, aunque nos siguen atrayendo y moviendo a una sala de cine, han tenido ya versiones anteriores con tan alta calidad artística que son muy difíciles de superar. Vivimos, no obstante, en la era de los remakes, y se preparan nuevas versiones de otros clásicos del séptimo arte, también dentro del género fantástico, tales como “La novia de Frankenstein” (prevista para estrenar a finales de 2025 y dirigida por Maggie Gyllenhaal) y otras más que, sin duda, vendrán. Porque son historias y personajes inmortales que siguen teniendo un indudable poder de atracción para el público.
Si son amantes del cine fantástico y de terror y, especialmente, seguidores del cineasta Robert Eggers, no deberían perderse esta película. Si, por el contrario, son adoradores del gran Murnau y de los clásicos de las décadas veinte y treinta del pasado siglo XX, quizá deberían cuestionarse si ir a verla o no. En todo caso, el cine de Eggers está siempre a un nivel artístico y técnico elevado, y eso es algo positivamente ponderable. Si su particular versión aporta o no algo especial a la inmortal historia del rey de los vampiros, es algo que deberán decidir después de su visionado ustedes mismos/as y que el paso del tiempo juzgará.
GONZALO J. GONZALVO
Escritor y Crítico de Cine